jueves, 8 de diciembre de 2016

Rebeca.



Y en el minuto previo al trágico encuentro de nuestra distancia, era feliz. Feliz con mi cerveza pre-calentada y nuestros bailes valientes entre gente desconocida. Te juro que era feliz. Visualice la amplitud de los metros que nos separaban. Porque irremediablemente sabía que estabas allí. Y entonces llegó. Tú segundo de gloria y mi segundo de derrota.

No lo comprendo.
No.
Lo.
Entiendo.

Hace tiempo que me saque el fastpass en esto de existir en tu vida. Salgo y entro sin permiso. Abandono el barco cuando veo que la probabilidad de coger un bote salvavidas es mínimo, pero siempre acabo regresando a nado por motivos que escapan a mi fuerza de voluntad. Única y exclusivamente, el hecho de saber que estas bien.

La has encontrado. Y es ella. No me cabe la menor duda. Pero yo, formo parte de tu historia. Yo fui la primera. Ni la segunda, ni la última. Fui, soy y seré. Y no hay barra, ni bar que pueda borrarlo. Ni pareja, ni desprecio fingido que haga desaparecer lo que ocurrió.

Existió.
Tú estabas allí.
Y yo, también.

La probabilidad de que podamos ser amigos.
Tu indiferencia desmedida.
La medida exacta de la distancia física en kilómetros o en segundos.
Que rompe, que destroza, la probabilidad.
La posibilidad de.
A ti, a mí.

Tú. Y tus ganas de joder. Me.
Eso.

Eso es lo que más duele.

martes, 29 de noviembre de 2016

Ellas.


Volátil, agarro al resto con fuerza para que no se escapen. Y ya no sé si son mis manos las que protegen sus cuerpos del tan terrible aburrimiento, o son las del resto las que me protegen a mí de una vida llena de “me hubiera gustado”. Son capaces de saltar al vacío, si es por amor.

Cenicientas con zapatillas y una ginebra en la mano.  Irene X dijo “Nadie baila como yo mi canción favorita”, pero nunca habló en plural. Lo que no sabe es que los bailes, si son acompañados, se sienten mejor. Por eso del contagio de la risa y la unión espontanea de las manos. Y levanto los brazos dirección al cielo con los ojos cerrados, entonando sin cuidado alguno “La mujer de verde” o algún simil que nos haga felices, sabiendo que aquello solo puede ser fruto de la casualidad. Que pocas veces se han juntado personas tan sanas en tan pocos metros cuadrados. Porque con ellas de lo único que puedes morir es de un infarto al corazón por cariño en exceso, o como mucho de un bonito dolor de pies.  

Nadie nunca bailará como nosotras nuestra canción favorita.

lunes, 24 de octubre de 2016

Alba.


Seguimos sin cumplir años, 
sin tener “el día de nuestro primer”, 
señalando como único culpable de éste crimen perfecto a la casualidad, 
viviendo en horizontal 
y sabiéndonos más felices desde entonces. 

Sin derrochar te quieros. 
Sin ser visibles a ojos de los demás. 
Libre pero siempre tuya. 
Nuestros pero siempre libres. 

Tan solo recordando que fue, 
en ésta época del año, 
cuando quisimos probar 

y acertamos.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Oneida.


Me has invitado a la fiesta de la hipocresía, al espejismo de una suculenta vida, y yo, que soy más de ser neutral y no pisar con zapatos la tierra de nadie, me he visto zambullida en un contenedor de basura lleno de rencor. Contoneas tu sonrisa de lado a lado fingiendo una extrema felicidad mientras a escondidas siseas, como las serpientes, que quieres salirte con la tuya. Mustio sentido del humor y decencia de quién prefiere herirte bromeando y bromea sin saber si le han dado vela en nuestro entierro o en el suyo. Y puede que me hayan hecho daño, sí, pero si me han escupido ha sido a la cara. Que el karma reparta suerte, que  mientras yo le echo un órdago a la vida tu apuestas por el equipo perdedor, el de morderte la piel y morir envenenada. No hay nadie vivo o muerto que pueda salvarte, y esto es así.

martes, 30 de agosto de 2016

Cristina.


Menos mal que la casualidad la sorprendió sonriendo. Lo llaman la suerte de los valientes porque los principiantes, en esto del amor, yerran más que nadie. Que los cruces de mirada, aunque en distintas direcciones, siempre tienen un punto en común y debemos aprender a hablar el mismo idioma. Que si la dicha es buena, como dicen, nunca es demasiado pronto. 

Llegó antes del cuarto de siglo.
Le prometió que se quedaría allí. 
No para siempre, tan solo hasta que ella dejara de parpadear.

martes, 5 de julio de 2016

Adela.


Lejos de pensar en lo agobiante que resultaba estar encerrada en una oficina en pleno julio, Adela correteaba por los pasillos dando los “estupendos días” a todo el que pasaba por allí. Entre sus valiosas rarezas estaba la de no ser capaz de dar unos “buenos días” como todo el mundo. Cuándo le pregunte por primera vez porque decía “estupendos” en lugar de  “buenos” me respondió con un sincero “Los buenos días acaban siendo como los te quiero, de tanto pronunciarlos acaban desgastándose”.  Nunca vestía tacones, si el maquillaje existía ella nunca lo había descubierto. Cuando alguien bromeaba sobre sus ojeras simplemente contestaba “Que afortunado eres, tú que puedes verme tal y como soy”.  Nunca tuvo importancia realmente, ese pelo rizado a juego con el color de sus pecas hacían de ella un ser magnífico. Muchos decían que era imposible vivir constantemente de alegrías, yo sin embargo, me encargaba de beber a tragos esa energía que irradiaba. Hace poco leí en un artículo que somos como bombillas, que transmitimos todo lo que somos. Adela sin duda era una luz de neón. Increíblemente luminosa, admirable, por dentro y por fuera. 

Maravillosamente ella.

miércoles, 1 de junio de 2016

Gema.


Hablamos de años de empatía, de  luchar contra otros con uñas y dientes, por ti. Porque te quiero. De justificar tus hechos con mi porqués inverosímiles. De la conexión entre almas insólitas, especiales. Del hombro del que llora y de la cabeza del que reposa sobre ese hombro, inalterable. Hablamos de conversaciones infinitas, de opiniones y prejuicios que se guardan a salvo entre tus secretos. De decisiones mal tomadas y de tu mano sobre la mía, dispuesta a sujetarme. A sujetarte. Del temblor de piernas, de los años de catástrofes y la serenidad de saber que siempre estaremos ahí. En plural.

O no.

Sé donde te encuentras. 
Pero ya no estás.
Ni tu mano. 
Ni mi punto de apoyo. 
Ni tu “somos invencibles”.

No hay palabras que más me duelan pronunciar que un “Ya no sé quién eres”.

domingo, 29 de mayo de 2016

Iria.


No hay fuerza más poderosa que tus ojos moviéndose al compás de tu sonrisa, que tu mano agarrando firmemente la mía, que un mapa de papel y más de mil kilómetros por delante. Haces “clic” y me acciono como los juguetes que van a pilas. Me recargas, me filtras y me cedes lo mejor de ti, tu pasión. Las pintadas de la carretera pasan de largo, rápidas, veloces. Nos dicen adiós con la mano mientras nosotros, inquietos habitantes de la Tierra, amenazamos con vivirlo todo. Mi mano se balancea con el viento que nos acompaña, dice que está cansado de transportar lágrimas, quejas y bufidos. Lo entiendo, le cedo un hueco y mece mi pelo. Miro el reloj. Todavía hay tiempo para querernos.

domingo, 15 de mayo de 2016

Alba.


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Esta mañana me he visto reflejada en la pantalla del ordenador. He dormido unas diez horas pero a pesar de ello tenía ojeras marcadas que reflejaban ¿cansancio? Las he rozado con mis dedos para intentar difuminarlas pero ahí seguían unos segundos después. Me he preguntado entonces como has podido llegar a quererlas tanto como a mí. Me abruma tu forma de cuidarlas, besas mis ojos, acaricias mi nariz y sonríes. Tal vez ni siquiera te has percatado de que están ahí.  Tal vez has aprendido a ver a través de ellas. He hecho la cuenta de la vieja, no lo recuerdo, más de 1095 días nos separan de la primera vez que dijimos “esta vez puede que sí”. Y debo admitir que aún sigo mirándote embelesada cuando nadie me observa y pienso “la suerte la encontré yo”. Ayer me dijiste “La cantidad de besos que te doy no tienen importancia, lo importante son las veces que te hago reír al día”. Y os prometo que lo he intentado pero he sido incapaz y no me salen las cuentas de nuevo. Que mala cabeza la nuestra que tampoco tenemos fechas que celebrar, ni meses que cumplir. Tal vez por eso, afortunadamente para nosotros, no hay caducidad que valga.

Escribo rápido. 
No me lo tengas en cuenta, hemos quedamos en media hora y vuelvo a llegar tarde. 
Más de 1095 días y sigo corriendo cuando salgo de casa, solo, para volverte a ver. 


             

martes, 26 de abril de 2016

Javier.


El electrocardiógrafo es el aparato electrónico que capta la actividad eléctrica del corazón. Esta máquina ha sido creada, a excepción de lo que podrían comentar médicos, enfermeras y auxiliares, para evidenciar (de cara al resto de los mortales) que un corazón ha dejado de latir.

Y cómo mortal que eres, cuando se para, cuando eso ocurre y deja de bombear sangre, te preguntas ¿por qué a mí? No hay respuesta para una pregunta de tal magnitud. Mi abuela, que en paz descanse,  hace años afirmaba abiertamente (cada vez que salía en la televisión alguna catástrofe nacional) que Dios estaba durmiendo. Y no le faltaba razón. Vivo o muerto, dormido o despierto la muerte juega siempre a la lotería con cada uno de nosotros, posando el dedo injustamente sobre aquel que menos lo merece.


Amigo, su corazón ha dejado de latir, pero el tuyo todavía no. Incluso ahora mismo, en la distancia, acompaño a tus latidos cansados por los pasillos de aquel lugar donde nadie quiere ir a morir, pero todos acabaremos pisando. No estoy presente, allí a tu lado, pero hoy más que nunca acompaño tu tristeza, tan atípica en ti, por la calle que nos vio crecer. Se fuerte amigo, que el mundo no te vea caer de rodillas. Que Dios, aunque este durmiendo, te envidie por valiente. 

domingo, 24 de abril de 2016

Martina.


Rozas mis labios con tus dedos, lento, torpe, pausado. El color burdeos se diluye entre tus yemas y mi lengua las repasa para no dejar huellas que nos recuerden que aquella noche estuvimos allí. Con movimientos sinuosos formas ondas perfectas sobre mi pecho. Ahí justo ahí, clavas tus uñas y tu hambre de mi. O de cualquier otra, te conozco. Dejas sin movilidad mis costillas mientras reconstruyes mis pulmones y mis ganas de gemir. Vuelves con paso firme, sin llamar a la puerta, el timbre sigue estropeado desde la última vez, como mi razón, coherencia y amor propio. Te dejo entrar y me desatas la vida y el sujetador. Vuelves y me sujetas con ambas manos. Pero terminas de jugar entre mis piernas y me sueltas. Hay mejores latidos que perseguir en noches tan largas como esta. Fuera llueve y dentro también. Entre mi pelo enredado y las sabanas marchitas te observo vistiéndote. Me sonríes de lejos, a medias, a escondidas. 

Y aparecen.
Sus versos ofensivos, extraordinarios, innegables.

“Creer que un cielo en un infierno cabe.
Dar la vida y el alma a un claro desengaño;
esto es amor, quién lo probo lo sabe.

Río. Maldito Lope de Vega, si tú supieras.


-         -  No te olvides de cerrar la puerta al salir.

domingo, 10 de abril de 2016

Sarah.


Si tuviera tan solo un minuto de vida que gastar contigo antes de morir y me temblaran las manos te pediría que las agarraras fuerte contra tu pecho. Y dime, ¿qué diferencia hay entre morir y quererte? Si lo que cuentan por ahí es cierto en ambos casos paseas por cristales de nieve o gotas de agua microscópicas suspendidas en el aire. Pero volviendo a lo que de verdad importa, ¿si me quedara un minuto de vida me harías sonreír por última vez? Y que si tuviera que llorar fuera de la risa. ¿Rozarías con tus labios mi nariz por última vez? ¿Me esperarías hasta nuestro próximo beso?

Ladeo la cabeza buscando algo más de comodidad y te miro. Estas asustado pero no comprendo el  por qué. Noto las costillas chocando entre sí y me doy cuenta. Qué tontería la mía. Cuando solo te queda un minuto de vida, cuando la persona que rige a su antojo las catástrofes naturales decide que hay caminos que deben separarse a la fuerza, entonces lo único que deseas que recuerde la otra persona,  lo único que eres capaz de decir es “te quiero”.  Solo ocupa varios segundos pero el resto, el resto solo quiero utilizarlos para memorizar tu rostro y pensar que mientras viví fui feliz.

domingo, 20 de marzo de 2016

Molly.


Tomar una determinación el uno de enero con altas dosis de adrenalina y alcohol. Y cumplirla. Hacerte caso después de tantos años. Ex - te quiero, ex - lo intentamos, ex – pareja, ex – amigo.

Utilizar el éxtasis del “déjate llevar”. Y al ritmo de ese te-ma-zo que al día siguiente no recordare, jurarme a mí misma, en un intento fallido de hacerme del mismo acero que tu, que no volveré a pronunciar - te. Y entre mis sentidas razones, sin duda encontrar tus silencios, que se hicieron más largos de lo que cualquier persona podría haber aguantado mirándote a los ojos. Esa y que no estoy dispuesta a pisar de nuevo la sala de operaciones, con el pecho abierto de par en par. Dejando al aire una herida que no supura.

Con lo que nos costó encontrar el momento. Con lo que nos costó perdernos. Porque en mi lista de asuntos pendientes he tenido que tachar tu nombre. Y asimilar con todas sus letras que no eres nadie, ni nada en la historia de mi vida. Un recuerdo tal vez, con sabor amargo. El recuerdo de una niñez  ávida de descubrirnos el uno al otro y que ahora, por desgracia se ha extraviado.

Y ésta vez, (d)ex-conocido, no voy a jugar a encontrarte.

Me lo prometo.

domingo, 13 de marzo de 2016

Sandra.


Me hieres. Cada vez que dices “no”. Cada vez que aprietas los dientes y pronuncias “no puedo”. No puedo o no quiero, depende de la mente que lea entre líneas. Y yo, por ahora, estoy leyendo una novela con final apocalíptico entre la línea de tus escusas.


Que mi capacidad de autocrítica se ha desbordado por fin y hoy me quiero más que nunca.  Que si estamos en agua de nadie, porque tierra no queda, es por ti. Si miras abajo comprenderás lo que te digo. Ahí donde no haces pie (ni tu ni tu entendimiento) hay un arrecife de rencor que fabrican los porqués que no van a ninguna parte. Y nado con fuerza, no te pienses, pero hay olas que ni tú mismo te crees y que creas. A mi alrededor, al nuestro. Esas son justo las que rompen contra mí, las que me han partido en dos, los brazos y las ganas de quererte.

Que estos dedos ya no quieren rozar ni mar de dudas, 
ni océanos de “entiéndeme” 
ni más resacas con tu nombre.

No me perdones, no lo siento ni yo.

jueves, 18 de febrero de 2016

Sonia.


Hace ya tiempo que escribí sobre mis manos “Ojos que no ven corazón que te echa de menos”. Y me estoy quedando sin refranes inventados para decirte, simplemente, la palabra “vuelve”. El diagnóstico dice que soy tartamuda de actos. Que cuando quiero echar a correr en tu dirección pongo el pie en la calle y digo “mejor no”, y me quedo a medio camino entre mis ganas y tu indiferencia.  

Vu.  Vu.  Vu. Vuela lejos, amor mío. Te miro, sonrió y digo “hasta pronto”.

A lo mejor es eso. Que como nunca has estado aquí no puedes regresar. Y donde antes había  rincones inhóspitos que llenabas de vida, ahora solo quedan cuervos, ingratos y desagradecidos alimentándose de gritos mudos llenos de pena contenida.  Y donde mis pestañas se hundían en tu piel y tu olor lo impregnaba todo, ahora solo queda rímel gastado y un par de barras de labios para salir. Como si al vestirme de rojo fueras a decir de nuevo,” Lo apuesto todo al número 32”.

Que nuestro portal sigue preguntándose por qué no llamas de nuevo al timbre y dices “yo”. Que sigo agarrando el picaporte para gritarte desde lejos “vuelve”, pero me quedo a medias, entre tu rechazo y mi culpa, y por tartamuda solo soy capaz de cerrar la puerta. Que lo aposte todo al 32 y al “nosotros” y me quede sin nada.

Que desde entonces ni vivo. Ni muero. 

Ni tuya.  Ni mía.

lunes, 8 de febrero de 2016

Camelia.


De mi lista de historias de amor solo una se clasifica en el pasillo del te quiero sano. Una dieta estricta basada en 1 o 2 piezas de “tengo ganas de verte” semanal. Dulces como un “buenos días”, rico en azúcar, es esencial para sobrevivir de lunes a jueves. Para los fines de semana la cosa se vuelve  más flexible, te dejo tu espacio pero por favor, llénalo antes de que llegue el domingo de “ojalá viernes de nuevo”. Sábado de resurrección para conseguir un extra de energía. Dicen los médicos que como complemento debemos ingerir una importante ración de buen humor y humor del bueno. De eso, por suerte, tomamos a diario. Hoy para cenar toca algo ligero, un abrazo, un mordisco de oreja y un “buenas noches mi amor”.

Que poco me cuesta estar a dieta de ti. 

miércoles, 27 de enero de 2016

Josefina.


Declaración de Intenciones lleva tu nombre.

¿Me estas escuchando? Te debieron hacer mucho daño en el pasado para asesinar de esa manera tu propio romanticismo. Deja el blíster con Orfidal donde estaba. No hay fármaco en el mundo capaz de anestesiar las ganas de querer a un ser humano. Que el corazón, amiga, es un músculo involuntario. Late a placer, a excepción del resto de músculos que están sometidos a nuestra voluntad. Como la sonrisa que te delata. Esa curva. Ese músculo, que no tiene dudas, que aparece de la nada para sedar, esta vez sí, esas ganas fingidas de no ser correspondida. Deja de hacerte llamar alma libre.

Las almas libres amamos.

Y tú de eso, sabes bien poco.

miércoles, 13 de enero de 2016

Alba.


Lo fuerte que fui se mide en los segundo que le gané a tu hija para coger el teléfono, para ser yo quién escuchara el “ya está”. Y después, silencio. Lo fuerte que soy se mide en los nudos que tejes alrededor de mi garganta y yo consigo desatar sin que se me nuble la vista, al recordarlo. Lo vulnerable que soy, desde entonces, se mide en las veces que me repito que volveremos a vernos y me lo creo.

Qué más dará un día más que un día menos. 
Hoy hace 364 días que eres intocable y mañana hará año. 
Y las pocas ganas que tengo de celebrar este aniversario qué.

Hay velas que deberían encenderse de nuevo.
Y años que no deberían cumplirse.