Me hieres. Cada vez que dices “no”. Cada vez que aprietas los dientes y pronuncias “no puedo”. No puedo o no quiero, depende de la mente que lea entre líneas. Y yo, por ahora, estoy leyendo una novela con final apocalíptico entre la línea de tus escusas.
Que mi capacidad de autocrítica se ha desbordado por fin y hoy me quiero
más que nunca. Que si estamos en agua de
nadie, porque tierra no queda, es por ti. Si miras abajo comprenderás lo que te
digo. Ahí donde no haces pie (ni tu ni tu entendimiento) hay un arrecife de
rencor que fabrican los porqués que no van a ninguna parte. Y nado con fuerza,
no te pienses, pero hay olas que ni tú mismo te crees y que creas. A mi
alrededor, al nuestro. Esas son justo las que rompen contra mí, las que me han
partido en dos, los brazos y las ganas de quererte.
Que estos dedos ya no quieren rozar ni mar de dudas,
ni océanos de “entiéndeme”
ni más resacas con tu nombre.
No me perdones, no lo siento ni yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario