domingo, 13 de marzo de 2016

Sandra.


Me hieres. Cada vez que dices “no”. Cada vez que aprietas los dientes y pronuncias “no puedo”. No puedo o no quiero, depende de la mente que lea entre líneas. Y yo, por ahora, estoy leyendo una novela con final apocalíptico entre la línea de tus escusas.


Que mi capacidad de autocrítica se ha desbordado por fin y hoy me quiero más que nunca.  Que si estamos en agua de nadie, porque tierra no queda, es por ti. Si miras abajo comprenderás lo que te digo. Ahí donde no haces pie (ni tu ni tu entendimiento) hay un arrecife de rencor que fabrican los porqués que no van a ninguna parte. Y nado con fuerza, no te pienses, pero hay olas que ni tú mismo te crees y que creas. A mi alrededor, al nuestro. Esas son justo las que rompen contra mí, las que me han partido en dos, los brazos y las ganas de quererte.

Que estos dedos ya no quieren rozar ni mar de dudas, 
ni océanos de “entiéndeme” 
ni más resacas con tu nombre.

No me perdones, no lo siento ni yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario