martes, 29 de noviembre de 2016

Ellas.


Volátil, agarro al resto con fuerza para que no se escapen. Y ya no sé si son mis manos las que protegen sus cuerpos del tan terrible aburrimiento, o son las del resto las que me protegen a mí de una vida llena de “me hubiera gustado”. Son capaces de saltar al vacío, si es por amor.

Cenicientas con zapatillas y una ginebra en la mano.  Irene X dijo “Nadie baila como yo mi canción favorita”, pero nunca habló en plural. Lo que no sabe es que los bailes, si son acompañados, se sienten mejor. Por eso del contagio de la risa y la unión espontanea de las manos. Y levanto los brazos dirección al cielo con los ojos cerrados, entonando sin cuidado alguno “La mujer de verde” o algún simil que nos haga felices, sabiendo que aquello solo puede ser fruto de la casualidad. Que pocas veces se han juntado personas tan sanas en tan pocos metros cuadrados. Porque con ellas de lo único que puedes morir es de un infarto al corazón por cariño en exceso, o como mucho de un bonito dolor de pies.  

Nadie nunca bailará como nosotras nuestra canción favorita.

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