martes, 30 de agosto de 2016

Cristina.


Menos mal que la casualidad la sorprendió sonriendo. Lo llaman la suerte de los valientes porque los principiantes, en esto del amor, yerran más que nadie. Que los cruces de mirada, aunque en distintas direcciones, siempre tienen un punto en común y debemos aprender a hablar el mismo idioma. Que si la dicha es buena, como dicen, nunca es demasiado pronto. 

Llegó antes del cuarto de siglo.
Le prometió que se quedaría allí. 
No para siempre, tan solo hasta que ella dejara de parpadear.

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