- Podría llamarlo “La
búsqueda de la buena elección.”
- Podría estar bien
como titulo de un libro destinado a personas con problemas mentales.
- ¿Insinúas algo?
-. Dije sacando mi media sonrisa estrella.
- No me pongas ojillos,
mi respuesta a tu afirmación es sí. Ahora que has aprendido a tomar decisiones
tu sola estas capacitada para escribir uno de esos libros banales sobre qué
debes hacer con tu vida. Y bueno, cuéntame. ¿Qué fue lo que te abrió los ojos?
Sofía ojeaba
libros como si de un mercadillo de pueblo se tratase, no le interesaba Zafón ni
Gaite pero estaba deseando infiltrarse maleducadamente en mi mente para sacarme
a patadas hasta mis más profundos “porqué a mi”. No era la más ilustrada de las
dos pero no tenía nada que envidiarme, respecto a su vida sin duda la mía era
el triple de surrealista y desordenada que la suya. Un agujero negro de
sentimientos, solía decirme.
- ¿Habías oído alguna
vez eso de “Para
hallar el equilibrio que buscas debes tener los pies tan firmemente plantados
en la tierra que parezca que tienes cuatro piernas en lugar de dos.”?
- Para nada.
- Pues debo admitir
que fue una película lo que me removió por dentro.
La cara de Sofía
era un poema abierto de Rafael Alberti, una mezcla entre sarcasmo y broma. Con los años aprendí que detrás de esas caras solo había
comprensión y ternura.
- Me refiero a que
he sido incapaz de encontrar el equilibrio entre lo que quiero y lo que debo
hacer. He estado ligada a mi trabajo
como si de un novio se tratase, he venido y he vuelto varias veces, le he
puesto los cuernos con otro y para colmo he regresado con el rabo entre las
piernas porque lo único que importaba era “en tiempos de crisis no estamos para
elegir”. Peor aún era mi conciencia repitiendo una y otra vez “al menos te
sacas unos ahorrillos”.
- Es cierto que no
estamos en el mejor momento, pero sí podemos elegir. Estamos hechos de la
materia de los sueños y siempre soñamos con algo mejor. Lo importante es saber
escoger con responsabilidad como conseguir esos sueños.- Sonreí. Ella
era mi valiente escudera, mi Sancho Panza del Quijote pero sin esos kilitos de
más, con momentos lúcidos como aquellos con un toque de creatividad pirada;
hablando en términos poco coloquiales.- Podrás decirme lo que quieras, sé que
en tres minutos te pondrás a narrar tu historial formativo para decirme que
mereces algo mejor, algo acorde a tus estudios, tu postgrado o tu máster. Es
más..apostaría una cerveza bien fría a que tu mejor opción es entrar en una
empresa multinacional, tener un puesto en la planta 15 de la oficina más alta
de la ciudad y un sueldo de 1300 euros como mínimo al mes.- Recalcó sin
dejarme continuar.- Podrás jurarme que eso es lo que deseas y seguiré sin creérmelo
del todo.
- ¿Desde cuándo te
crees un lector de mentes?
- Desde que supe
que tu mayor deseo y tu mayor miedo eran el mismo. Ser escritora. -Balbucee.-
Has tomado la decisión correcta Beatriz, has dejado un trabajo de mierda para
dedicarte a tuyo. Solo hay un problema, aún no te has dado cuenta de lo que
realmente “es lo tuyo”. Y eso que lo tienes delante de tus narices.-
Cogió un libro de
recetas de cocina y sonrió. – Sí, éste estará bien. Mi madre se pondrá la mar
de contenta cuando descubra que su hija ha sido capaz de comprarle un libro.
Mi cara,
combinación entre confusión y fascinación, debió adquirir una extraña postura
porque Sofía decidió no detenerse ahí.
- No me mires así,
lo único que te falta para tener 4 piernas es saber lo buena que eres. Desliza
las palabras como agua por tus dedos, déjate querer por la prosa, los versos y
el olor de las páginas. Date una oportunidad.
Esta vez hablaba
más en serio que nunca.