viernes, 18 de diciembre de 2015

Judith.


Que los bloqueos sentimentales ahora son menos frecuentes.
Que sigo llorando ocasionalmente cuando nadie me escucha.
Si me ven, se muerden los labios.
Sé que te prometí acabar con aquello.
Pero tú prometiste no marcharte nunca.
Y  he vuelto a soñar contigo.
Aparecías de la nada y yo, incrédula, te preguntaba  qué hacías allí.
Sonreías.
He venido para ver que tal estáis.
Respondías mientras nos abrazabas.
Mientes.
Has venido porque nos echas de menos.
Lo sé.
Tanto como nosotros a ti.
Vuelve a casa.
Por navidad, como dicen en la televisión.
Regresa, por favor.
O al menos antes de que vuelvas a irte de nuevo.
A marcharte.
A desaparecer.
Antes de que te olvides de mi.
Recuerda que sigo aquí echándote de menos.
Y que te quiero.
Eso, por encima de todo.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Anouk.


Volvía noviembre con su espesa niebla y su temida soledad. De nuevo volvíamos a pasear por el undécimo mes del año con las manos suplicando una taza de chocolate caliente y un poco de compasión.

Fueron meses duros. Fueron días terribles en los que apagar el despertador suponía sacar una fuerza titánica de donde no la había. Los médicos siempre dicen que debo comer más, que peso muy poco, que no tengo músculo. Tal vez por eso para mí suponía tres veces más duro que para el resto seguir con vida. Levantaba la palma de la mano con el verbo “debes” y apagaba el móvil con las palabras “tener que”. Caminaba porque debía hacerlo. Respiraba porque no había más remedio.

Ahora que me observo de reojo y a lo lejos, solo puedo ver heridas profundas sin cicatrizar y la perspectiva de un futuro con tropiezos imposibles de detener. Supongo que eso es lo que hace de la vida un lugar inhóspito a la vez que bonito. La soledad de enfrentarte a tus mayores temores con la espada de la actitud y la certeza de que al volver a casa siempre estarán ellos. Las personas a las que quieres con un abrazo y un millón de palabras que solo significan un “tu puedes” rebosante de amor. Porque tal y como está el mundo, así de loco e injusto, soy afortunada.

Le cojo de la mano y sonrío. Me tapa con nuestra manta favorita.

Dormir a tu lado mamá, ahora que el mundo te roba la vida en un disparo intencionado, me parece lo más valioso del mundo.

El resto de problemas, bah.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

Zahara.


No es que me guste ir en el asiento que va hacia atrás en el autobús, es que soy una antisocial en mis días de chubascos. Me he sentado en un rincón, puesto las gafas de sol y cerrado los ojos con rapidez. Voy de camino a la depilación laser, ¡y como duele joder! Quién diga lo contrario se equivoca. En esos días de nubes y claros esas pequeñas cuchilladas se soportan con algo de dignidad. En los días de chubascos cierras los parpados con fuerza y te cagas en la pobre mujer que solo está haciendo su trabajo. Abro los ojos y ahí está, el reflejo de un cuerpo escombro. No en ese sentido joder, me refiero a que estoy destruida. Y me fijo, de repente,  en las comisuras de mis labios, en lo tristes que están. Pobres comisuras. ¿Alguna vez les hemos preguntado que tal les va? Ahí las tenemos, sometidas a una dictadura feroz,  obligadas a crea un ángulo curvo dirección al subsuelo cuando nos sale del pinrel. Me pongo los auriculares, suena “Caída libre” y recuerdo aquella noche en Casablanca. El dj “hipster” de aquel local de moda trataba de poner míticos temazos mientras el resto ahogábamos nuestras penas en mojito de cerveza. Supersubmarina sonaba cuando le pedí entusiasmada “Bailarás mi rubia para mí”. Momento mítico también el de mi cara de póker cuando soltó por esa boquita “¡Pero si  E S A  es muy lenta!  

Ese tío  C L A R A M E N T E  no sabía (ni sabe) que Yola mola mil. Y sonrío. Hay canciones capaces de salvar vidas. Y días.

He llegado sin darme cuenta a la puerta, una pareja de ancianos que ronda los 85 años como mínimo intenta acceder al interior mientras se colocan las muletas correctamente. Madre mía, ¿qué probabilidad hay de que no se la peguen?. Sujeto la puerta y les acompaño al ascensor. El hombre casi sin aliento dice “Hoy utilizo el ascensor pero todas las mañanas subo andando hasta el tercer piso”. Flipo en colores y respondo “¡Pues ya hace usted más ejercicio que yo!”. Sonrío. Sin previo aviso escupe por su boca una bala, un órdago en el mus.

-          - Cincuenta y dos escalones ni más ni menos.

“Coño, pero si prácticamente no puede andar.” Salen de ascensor, la puerta se cierra. Mierda, ya está aquí la lección del día. Tarareo “Y saldrá de nuestra flaqueza, energía que no teníamos.” y sigo caminando. Las comisuras de mis labios llaman a la puerta, me piden permiso para sonreír, y yo amablemente les respondo:

-         -  Adelante, mañana será otro día.

sábado, 5 de septiembre de 2015

Summer.

Si Whoopi Wodlberg dijo en una de sus películas “si te despiertas por la mañana y solo piensas en cantar, eres cantante” entonces yo, ¿soy escritora? Me retuerzo en el dolor de Septiembre. Un Ibuprofeno de 600, por favor,  para esta falta de libertad que otorga la sal en los labios y la arena sobre los pies. Un Strepsils para el carraspeo de mi garganta, que arrastra incertidumbre y falta de amor. Porque los corazones cambian de personalidad al sol. Y no pregunto. Tal vez por eso regresamos a casa arrastrando los pies por el asfalto, con dudas sobre los hombros y ansiedad entre los dedos. Empieza el año nuevo para los escritores y queremos empezar de nuevo.  Así que repetimos:

- Septiembre, no vas a poder conmigo.



 ¿ Y  t ú ? 
¿ Q u é  e r e s  t ú ?

sábado, 29 de agosto de 2015

Martina.

El dolor en su forma más gratuita. Tú con ella a dos pasos de mí. 
Me has pillado en esa semana del mes, lo que no quiere decir que la culpa de mi odio irrefrenable hacia ti sea de mis óvulos jugando a Paintball contra mis ovarios. Giro la cabeza y visualizo el campo de batalla, aun no os he visto. Me agazapo en la esquina con intención de huir cuando se dé la ocasión. Una huida a tiempo es una victoria a largo plazo. Victoria porque evitara que desee cometer un doble asesinato. ¿Te imaginas? Mis últimos momentos en este mundo confesándole al Padre Prado “Señor perdóname porque perdí la cabeza. Los mate a los dos, a ella por quererlo y a el por olvidarme. ¡Ay Padre cuanto me arrepiento!”¿Arrepentirme?  Eso está por ver. Yo fui la primera en irme pero sin duda tú has sido el primero en traerla. A mi terreno. A mi hogar.

- Espera, nosotras nos vamos ya. Podéis poneros aquí.

Y aquí me tienes, estúpida y, por lo visto, desenfocada. Una de mis neuronas se activa y me pregunta a gritos ¡¿No has visto quiénes son?! Debió detenerse el tiempo en aquel preciso momento, debió detenerse porque deje de escuchar. Nuestros hombros se cruzaron en aquella escalera, los escalones empezaron a temblar, o tal vez eran mis pies, yo baje la mirada y tú la levantaste hacia ella.

- Gracias.

Sonrío a fuerza de músculo. No sale natural. Al final ni cabezas cortadas, ni presentación. Solo vacío. Sonrío. Pero no escucho. Lo ha conseguido. Pienso. Pero sin mí.

A veces lo que más duele es comprender que has encontrado la felicidad en otra persona. Ser consciente de que tal vez una segunda oportunidad hubiera sido necesaria. Y saber que jamás volverá a ocurrir.


Y entonces descubres qué coño es eso del amor de tu vida.

jueves, 13 de agosto de 2015

Alba.


Lo que te quiero se mide en el número de tipos de besos que coleccionamos.
En el número de besos que inventamos.
En el número de estupideces que creamos para hacernos más felices si cabe aún.
Lo que te quiero se mide en las veces que te pido que me abraces y en las veces que sonríes “no mereces”.
En el número de intentos de poner orden en la casa y las tantas que me pides que no lo haga, que vuelva a la cama contigo. Y que decir tiene que, en eso de vivir desnudos, cuento con el apoyo de tus lunares y esas pecas que te nacen con el sol. Intento contarlas a diario pero me dicen que es imposible, que son centenares y que yo te quiero más.

El beso de buenos días.
El beso de lunes, martes y miércoles.
El beso de no me importa.
El beso de pulpo a la vinagreta.
El beso de granizado de frambuesa.
De sandía.
De ganas.
De ti.

A s í   d e   s e n c i l l o
es el amor
cuando se quiere de verdad.

Hanna.



Me odias. Me odias porque entré en tu vida sin llamar a la puerta. Me odias porque luchamos en bandos diferentes y yo gane la batalla. Me odias porque descubriste que yo soy la razón por la que tú acabaste sin nada. Solo mi nombre y mi persona minaron tu estado de ánimo y te herí de muerte durante meses. Necesitabas odiar a alguien y me escogiste a mí.

No he venido para hacerte daño. No estoy aquí presente para recordarte que te quedaste con las mano vacías. Estoy aquí para hacerte ver que seguiste adelante y sobreviviste. Como todos lo hacemos cuando nos rompen el corazón. Pero me iré de puntillas, tal y como vine. Porque no estoy aquí para hacerte daño. Porque yo no te odio. Porque sigo pensando, por raro, anómalo e inaudito que parezca, que somos almas gemelas.

Volveré andando sobre mis pasos y dejare que mi rastro se desvanezca de nuevo.

Si eso te hace feliz.

sábado, 11 de julio de 2015

Claudette.


Zafón dijo en la Sombra del Viento que los muertos son las únicas personas que no acuden a su propio entierro. Ya me entiendes. Nos mantenemos en pie porque una fuerza sobre natural nos obliga a estar allí. Dispuestos a decir “adiós” a la nada. En el mejor de los casos “hasta luego”, pero jamás “hasta pronto”. En el fondo somos egoístas y queremos seguir viviendo aunque echemos de menos.


Y aunque ese trozo de mármol rezaba tu nombre yo, desde entonces,  prefiero rezarte a ti. El abuelo sigue insistiendo en que el vecino no debía de querer tanto a su mujer cuando no la visita un día sí, un día también. Yo le dejo hacer si así él es feliz, e insisto en visitarte también aunque ya no estés en ningún lado. Tú armario, por el contrario, sigue insistiendo en que todavía estás allí, en casa. Y mamá. Mamá  sigue insistiendo en que aprobar el examen teórico y encontrar trabajo un mismo día 14 solo lleva tu nombre. Y yo también lo creo así. No es que no crea en Dios, es que ya solo soy capaz de creer  en ti.

viernes, 3 de julio de 2015

Alicia.


Solo me arrepiento de dos cosas en esta vida.
De haber escupido sobre ti para que salieras corriendo.
De no haberte abrazado con las ganas de quién dice “yo cuidare de ti”.

Y te doy la razón, los corazones que no han sentido son capaces de ser amigos.
Pero el tuyo estuvo en guerra demasiado tiempo. 
Qué sabrás tú de la amistad, si nunca quisiste conocer mi media naranja. 
Qué sabrás tú de la amistad, rey de los ególatras.

Te odio.

T e  o d i o.

Tanto que a veces padezco de nostalgia.
Y me vienes a la memoria.

Todos decían que acabaríamos juntos.
No sabían que era mentira.
Que acabaríamos separados, inútiles.
Incapaces de ser amigos.
Porque una vez  al año.
Siempre.
Nos echamos de menos.

Y nos gritamos.
Nos herimos.
Y duele.

Dolemos.

lunes, 1 de junio de 2015

Laura.


Cuando desenfundaste el revólver para disparar deberías haber sabido de la  existencia del efecto retroceso. Que si apuntaste balas de esperanza sobre mí, tú has respondido con la misma intensidad. Paseaste por mi espalda con pies de inmortal, héroe invencible. Corazón de acero deberías haber sabido que no hay mejor manera de forjar un corazón que con altas dosis de pasión y ese eterno tira y afloja que templa a la temible rutina. Creíste que haría falta algo más que una sonrisa para derribar los cimientos que anteponías a un "nosotros". Deberías haberte oído diciendo "te quiero", corazón canalla, deberías haber colocado las manos sobre tu pecho. Solo así habrías descubierto cuán rápido puedes latir y de que poco sirvieron esos cimientos.

Canturree entre dientes.- No tienes escapatoria.

Deberías haber sabido lo grande que iba a ser tu respuesta cuando decidiste pasar el resto de tu impredecible vida conmigo.

Reíste.- No imaginas lo feliz que me haces.

lunes, 25 de mayo de 2015

Adelaida.


Abrí la puerta con cuidado y deje las llaves encima del recibidor. Todo estaba en su sitio, tal y como lo deje. La única diferencia eran esos dos dedos de polvo en cada rincón de la casa y un par de arañas acampadas en el salón. No hacía falta ningún tipo de mapa para saber donde debía ir, los recuerdos impregnados en las paredes me guiaron hasta su habitación. Allí estaba, el desorden típico de quién hace la maleta rápidamente huyendo de dios sabe qué. O quién.

Por aquel entonces él era un espectro con media alma en el suelo y la otra media entre las piernas de una chica a la que solía llamar “Ade”. Nunca supe su nombre completo, solo pronunciar aquellas sílabas causaban en él un dolor similar a que te golpeen las espinillas. Podéis imaginar. Yo, por otro lado, me dedicaba a romper muros y atravesar a la gente con el don de ser una misma. Una chica sin reputación. Hicimos una metamorfosis perfecta.

Abrí el cajón de la mesilla. Allí estaba, una carta de aspecto antiguo con más años encima que ganas de ser enviada. Me descubrí oliendo aquella página entre mis manos. Y eso fue suficiente. Aquellas estupendas feromonas atravesaron mis escasos 1,67 metros de altura, quedándose estancadas a la altura de estómago. Respire. Aun recordaba la imposibilidad de pensar racionalmente cuando introducía mi cara en su cuello. Era im – po – si – ble ponerse a salvo.  Aunque durante aquel verano del 92 “a salvo” significaba él. Sonreí y leí sus palabras. “Eres increíble”. Cogí un bolígrafo al azar y conteste a aquellas palabras. “Solo si estoy contigo” añadí. Guarde la carta en su sitio y me escabullí rápidamente de aquel cementerio de sentimientos. Hay historias que aunque hablen en presente deben ser solo recordadas en pasado.

Tal vez volvamos a encontrarnos por el camino mi amor, pero todavía no.

lunes, 27 de abril de 2015

Beatriz.


Podría llamarlo “La búsqueda de la buena elección.”
- Podría estar bien como titulo de un libro destinado a personas con problemas mentales.
- ¿Insinúas algo? -. Dije sacando mi media sonrisa estrella.
- No me pongas ojillos, mi respuesta a tu afirmación es sí. Ahora que has aprendido a tomar decisiones tu sola estas capacitada para escribir uno de esos libros banales sobre qué debes hacer con tu vida. Y bueno, cuéntame. ¿Qué fue lo que te abrió los ojos?

Sofía ojeaba libros como si de un mercadillo de pueblo se tratase, no le interesaba Zafón ni Gaite pero estaba deseando infiltrarse maleducadamente en mi mente para sacarme a patadas hasta mis más profundos “porqué a mi”. No era la más ilustrada de las dos pero no tenía nada que envidiarme, respecto a su vida sin duda la mía era el triple de surrealista y desordenada que la suya. Un agujero negro de sentimientos, solía decirme.

- ¿Habías oído alguna vez eso de “Para hallar el equilibrio que buscas debes tener los pies tan firmemente plantados en la tierra que parezca que tienes cuatro piernas en lugar de dos.”?
- Para nada.
- Pues debo admitir que fue una película lo que me removió por dentro.

La cara de Sofía era un poema abierto de Rafael Alberti, una mezcla entre sarcasmo y broma. Con los años aprendí que detrás de esas caras solo había comprensión y ternura.

- Me refiero a que he sido incapaz de encontrar el equilibrio entre lo que quiero y lo que debo hacer.  He estado ligada a mi trabajo como si de un novio se tratase, he venido y he vuelto varias veces, le he puesto los cuernos con otro y para colmo he regresado con el rabo entre las piernas porque lo único que importaba era “en tiempos de crisis no estamos para elegir”. Peor aún era mi conciencia repitiendo una y otra vez “al menos te sacas unos ahorrillos”.

- Es cierto que no estamos en el mejor momento, pero sí podemos elegir. Estamos hechos de la materia de los sueños y siempre soñamos con algo mejor. Lo importante es saber escoger con responsabilidad como conseguir esos sueños.- Sonreí. Ella era mi valiente escudera, mi Sancho Panza del Quijote pero sin esos kilitos de más, con momentos lúcidos como aquellos con un toque de creatividad pirada; hablando en términos poco coloquiales.- Podrás decirme lo que quieras, sé que en tres minutos te pondrás a narrar tu historial formativo para decirme que mereces algo mejor, algo acorde a tus estudios, tu postgrado o tu máster. Es más..apostaría una cerveza bien fría a que tu mejor opción es entrar en una empresa multinacional, tener un puesto en la planta 15 de la oficina más alta de la ciudad y un sueldo de 1300 euros como mínimo al mes.- Recalcó sin dejarme continuar.- Podrás jurarme que eso es lo que deseas y seguiré sin creérmelo del todo.

- ¿Desde cuándo te crees un lector de mentes?

- Desde que supe que tu mayor deseo y tu mayor miedo eran el mismo. Ser escritora. -Balbucee.- Has tomado la decisión correcta Beatriz, has dejado un trabajo de mierda para dedicarte a tuyo. Solo hay un problema, aún no te has dado cuenta de lo que realmente “es lo tuyo”. Y eso que lo tienes delante de tus narices.-
Cogió un libro de recetas de cocina y sonrió. – Sí, éste estará bien. Mi madre se pondrá la mar de contenta cuando descubra que su hija ha sido capaz de comprarle un libro.

Mi cara, combinación entre confusión y fascinación, debió adquirir una extraña postura porque Sofía decidió no detenerse ahí.

- No me mires así, lo único que te falta para tener 4 piernas es saber lo buena que eres. Desliza las palabras como agua por tus dedos, déjate querer por la prosa, los versos y el olor de las páginas. Date una oportunidad.

Esta vez hablaba más en serio que nunca.

miércoles, 15 de abril de 2015

Alba.


Tengo  el bonito recuerdo de cómo mi abuela me cepillaba el pelo cada vez que salía de la ducha. Qué graciosa se ponía cuando, a pesar de mi mayoría de edad, lo hacía yo misma y ella se enfada conmigo. La última vez que me cepillo el pelo era diciembre; las manos ya no le respondían, pero siempre lo hacía y aquella vez no fue una excepción.

Iba a contaros la historia de mi pelo, de cómo guiada por un impulso decidí cortarlo hace dos años. Pero. Los recuerdos a veces aparecen y lo mejor que puedes hacer es acariciarlos, mimarlos, guardarlos.

Y por supuesto, compartirlos.

martes, 7 de abril de 2015

Margarita.

"Las historias de amor nunca podrán llegar a ser 
todo lo bonitas que deseamos estando la muerte detrás."     


No tienes de que preocuparte, todos los miércoles sin falta paso un paño mojado por encima de la fría piedra para quitarte el polvo. Qué bonita estás ahora que tienes nombre propio. Tu hija pierde los nervios cada vez que bajo a verte, al principio era solo un día a la semana, ahora más de los que me gustaría. Compro flores todas las semanas, para que no falte alegría en tu nuevo hogar. Compro margaritas como las que cultivo en el jardín y ya no puedes ver. “Malgaritas” decías tú. A veces sueño contigo y grito a voces tu nombre. Tu hija se asusta y viene corriendo para despertarme, aunque nunca es necesario. Yo mismo me despierto con mi propio llanto. No he vuelto a tocar tu lado de la cama, aunque sigo partiendo la fruta en dosNo tienes de que preocuparte pero.

Te echo tanto de menos que a veces, al hacer la cama, dejo arrugas para ver si con suerte un día vuelves para echarme la bronca desde el sofá.

martes, 17 de marzo de 2015

Alba.

"Voy a escribirte cartas de amor para que no me olvides, 
aunque tal vez no sea necesario, 
mis flores escriben sobre la fría piedra lo mucho que te echo de menos 
cada vez que decido visitarte a escondidas."


Algunos lo llaman nudo en la garganta, yo lo prefiero llamar tsunami. 

Aquí está, ese maremoto repentino de fotogramas por segundo. Estoy nadando a contracorriente para lograr discernir entre la realidad y los sueños. Me he ahogado entre la desesperación y el odio de quién culpa a un no culpable por hechos insignificantes. Me he perdido entre las ganas de volver y el miedo a no encontrarte allí. Me he perdido a mí misma, porque hogar eras tú. Y tú ya no estás.

Hogar era dormir en tu hombro mientras la televisión cuchicheaba y tu respiración respondía. Hogar era tu mano sobre mi rostro para apartarme el pelo y verme feliz. Mi escapada en días de no saber quién eres. La calma que necesita un alma cuando arde en los infiernos de la desconfianza y la compasión. 

Tú eras mi tierra firme.

domingo, 8 de febrero de 2015

Lexie.


Podríamos intentarlo de nuevo. Tu, yo, tus ganas de enamorarte y mis noches de autodestrucción. Podrías lamerme las heridas que aún sangran mientras yo escribo metáforas sobre los dos. Crearíamos un plan C porque el A y el B ya salieron mal, y la Z sería nuestra referencia. Tenemos todo el abecedario para querernos, en tiempo y en letras. Como la E de echarte de menos. Mis sábanas tienen ganas de probarte de nuevo y nuestros silencios siempre han estado llenos de suplicas egoístas pero con ganas de sumar uno.  Deja que los restos muertos de nuestra relación se reencarnen en héroes con ganas de sobrevivir. Permite que se descomponga el odio, nunca fue nuestro aliado en esto de querernos.

Mírame, ¿no lo ves? yo sigo aquí.

domingo, 1 de febrero de 2015

Virginia.


Había comprado el billete hacía ya meses. Le prometió que iría a verla pronto. Había dedicado su vida al trabajo, pese a su juventud. Era hora de tomarse un respiro y dedicarle tiempo a aquello en lo que realmente creía. Trazó un plan. Al acabar haría las maletas, viajaría en autobús y recorrería cientos de kilómetros a través de las vías del tren para cuidar de ella. Viajaría sola para cumplir una promesa.Pero sonó el teléfono. Y todos sabemos que las llamadas inesperadas son sino las más felices de nuestras vidas, las más tristes.

Cogió su billete e hizo la maleta. Viajo sola para cumplir una promesa. Al llegar compró margaritas y se desplomo sobre ella. “Yo cuidare de ti a partir de ahora” repitió una y otra vez. “Tu lápida será la más bonita de todas” sollozo. No dejó que la viera por última vez. No dejó que cuidara de ella.

La vida no espera a nadie, y ella no me espero a mí.

lunes, 19 de enero de 2015

Pilar.


El silencio se ha colado en casa sin avisar. Ya no suena la máquina del oxígeno, ya no suenan los aerosoles, ya no escuchamos tu tos en medio de la noche. Que difícil se hace tener que decirte adiós. Que complicado se hace hablar en pasado cuando todos deseábamos que fueras parte de nuestro presente y futuro. Un futuro que se plantea insípido sin tus catas de tomate, mudo sin tus frases hechas, triste sin tus besos.

Cierto es que hoy deberíamos sentirnos más solos que nunca, no obstante hay algo en mi corazón  que me dice que no estamos solos; a partir de ahora la fuerza que demostraste todos estos años atrás será la misma fuerza que nos levantara en los peores momentos. Tu sonrisa cómplice será aquella que mostraremos cada mañana al levantarnos y el cariño que nos diste será el que guardaremos para dar a los demás. A partir de ahora vamos a ser más valientes que las pesetas.

Todas estas pequeñas cosas han hecho de ti una amiga, una esposa, una madre y una abuela ejemplar. 
Una mujer increíble.

El sábado comimos porras con chocolate para celebrar tu cumpleaños, aunque aún no había llegado el día, aunque tú ya no estabas entre nosotros. A llegado el lunes y con él tus 86 años. Nadie ha cogido el teléfono para llamar, nadie ha podido felicitarte.

El silencio se ha colado en casa sin avisar. 
Ya no suena la maquina del oxígeno. 
Ya no suenan los aerosoles. 
Ya no escuchamos tu tos en medio de la noche. 
Por fin respiras tranquila, por fin descansas libre. 
Al fin vuelas alto, muy alto. Para cuidar de nosotros estés donde estés.

Gracias por habernos hecho tan felices durante todos estos años.

Feliz cumpleaños abuelita.

sábado, 10 de enero de 2015

Brenda.


Hacer balance del próximo año. O poner en la balanza aquello que queramos pedir para este año nuevo.

50 aumentos de ritmo cardiaco, para recordarme que sigues ahí.
12 libros por cada mes que tiene el año.
6 kilos de fuerza, por si la cosa se ponen fea.
4 kilos de energía a repartir todos los días a las 8:06 de la mañana.
3 litros de lágrimas provocadas por la risa.
970 gramos de ilusión, para perder el norte cuándo sea necesario.
400 gramos de voluntad para dar el primer paso, aunque sea descalza.
250 gramos de curiosidad, para conocerte mejor.
7 centímetros de sonrisa.
10 decibelios de tu respiración en mi cuello. 
5 golpes de suertes.
365 días del año.
2 billetes de ida, 1 mapa.
1 persona, tú.

sábado, 3 de enero de 2015

Ana.


Ya ha pasado otro año más, ojos salvajes. Nos arrastró de enero a marzo con la fuerza de un huracán. Tu mirabas de reojo como me hacia mayor mientras yo agarraba mis pulmones con las manos.  
Me ahogaba y llego Junio.

Y nos despertamos un martes cualquiera con la sensación de que si existía un suelo bajo nuestros pies, ya no lo había. El mundo se nos caía encima. La gravedad hizo su trabajo e intentar sostenerse sobre las piernas fue imposible. Tan imposible como esfumarse de la noche a la mañana, tan imposible como que tu propio corazón no te deje latir. Temblaba. Me ahogaba de nuevo y cogí tus pulmones entre mis manos para hacerlos respirar. Debía mantenerte en este mundo lo más cuerda posible. Pero.

Es imposible mantener siempre a salvo un corazón arrastrado por la gravedad.  
Te ahogabas sin remedio y nos atravesó Diciembre.

Ha llegado Enero, ojos salvajes. Ha llegado con ganas de verte(nos) respirar. Con los pulmones hinchados de esa hormona del placer que los científicos llaman serotonina. Con los ojos rebosantes de ganas de vivir. Con la certeza amiga, de que no hay años malos. Solo complicados.


Ha llegado Enero, ojos salvajes. Y debemos seguir caminando.