lunes, 27 de abril de 2015

Beatriz.


Podría llamarlo “La búsqueda de la buena elección.”
- Podría estar bien como titulo de un libro destinado a personas con problemas mentales.
- ¿Insinúas algo? -. Dije sacando mi media sonrisa estrella.
- No me pongas ojillos, mi respuesta a tu afirmación es sí. Ahora que has aprendido a tomar decisiones tu sola estas capacitada para escribir uno de esos libros banales sobre qué debes hacer con tu vida. Y bueno, cuéntame. ¿Qué fue lo que te abrió los ojos?

Sofía ojeaba libros como si de un mercadillo de pueblo se tratase, no le interesaba Zafón ni Gaite pero estaba deseando infiltrarse maleducadamente en mi mente para sacarme a patadas hasta mis más profundos “porqué a mi”. No era la más ilustrada de las dos pero no tenía nada que envidiarme, respecto a su vida sin duda la mía era el triple de surrealista y desordenada que la suya. Un agujero negro de sentimientos, solía decirme.

- ¿Habías oído alguna vez eso de “Para hallar el equilibrio que buscas debes tener los pies tan firmemente plantados en la tierra que parezca que tienes cuatro piernas en lugar de dos.”?
- Para nada.
- Pues debo admitir que fue una película lo que me removió por dentro.

La cara de Sofía era un poema abierto de Rafael Alberti, una mezcla entre sarcasmo y broma. Con los años aprendí que detrás de esas caras solo había comprensión y ternura.

- Me refiero a que he sido incapaz de encontrar el equilibrio entre lo que quiero y lo que debo hacer.  He estado ligada a mi trabajo como si de un novio se tratase, he venido y he vuelto varias veces, le he puesto los cuernos con otro y para colmo he regresado con el rabo entre las piernas porque lo único que importaba era “en tiempos de crisis no estamos para elegir”. Peor aún era mi conciencia repitiendo una y otra vez “al menos te sacas unos ahorrillos”.

- Es cierto que no estamos en el mejor momento, pero sí podemos elegir. Estamos hechos de la materia de los sueños y siempre soñamos con algo mejor. Lo importante es saber escoger con responsabilidad como conseguir esos sueños.- Sonreí. Ella era mi valiente escudera, mi Sancho Panza del Quijote pero sin esos kilitos de más, con momentos lúcidos como aquellos con un toque de creatividad pirada; hablando en términos poco coloquiales.- Podrás decirme lo que quieras, sé que en tres minutos te pondrás a narrar tu historial formativo para decirme que mereces algo mejor, algo acorde a tus estudios, tu postgrado o tu máster. Es más..apostaría una cerveza bien fría a que tu mejor opción es entrar en una empresa multinacional, tener un puesto en la planta 15 de la oficina más alta de la ciudad y un sueldo de 1300 euros como mínimo al mes.- Recalcó sin dejarme continuar.- Podrás jurarme que eso es lo que deseas y seguiré sin creérmelo del todo.

- ¿Desde cuándo te crees un lector de mentes?

- Desde que supe que tu mayor deseo y tu mayor miedo eran el mismo. Ser escritora. -Balbucee.- Has tomado la decisión correcta Beatriz, has dejado un trabajo de mierda para dedicarte a tuyo. Solo hay un problema, aún no te has dado cuenta de lo que realmente “es lo tuyo”. Y eso que lo tienes delante de tus narices.-
Cogió un libro de recetas de cocina y sonrió. – Sí, éste estará bien. Mi madre se pondrá la mar de contenta cuando descubra que su hija ha sido capaz de comprarle un libro.

Mi cara, combinación entre confusión y fascinación, debió adquirir una extraña postura porque Sofía decidió no detenerse ahí.

- No me mires así, lo único que te falta para tener 4 piernas es saber lo buena que eres. Desliza las palabras como agua por tus dedos, déjate querer por la prosa, los versos y el olor de las páginas. Date una oportunidad.

Esta vez hablaba más en serio que nunca.

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