sábado, 3 de enero de 2015

Ana.


Ya ha pasado otro año más, ojos salvajes. Nos arrastró de enero a marzo con la fuerza de un huracán. Tu mirabas de reojo como me hacia mayor mientras yo agarraba mis pulmones con las manos.  
Me ahogaba y llego Junio.

Y nos despertamos un martes cualquiera con la sensación de que si existía un suelo bajo nuestros pies, ya no lo había. El mundo se nos caía encima. La gravedad hizo su trabajo e intentar sostenerse sobre las piernas fue imposible. Tan imposible como esfumarse de la noche a la mañana, tan imposible como que tu propio corazón no te deje latir. Temblaba. Me ahogaba de nuevo y cogí tus pulmones entre mis manos para hacerlos respirar. Debía mantenerte en este mundo lo más cuerda posible. Pero.

Es imposible mantener siempre a salvo un corazón arrastrado por la gravedad.  
Te ahogabas sin remedio y nos atravesó Diciembre.

Ha llegado Enero, ojos salvajes. Ha llegado con ganas de verte(nos) respirar. Con los pulmones hinchados de esa hormona del placer que los científicos llaman serotonina. Con los ojos rebosantes de ganas de vivir. Con la certeza amiga, de que no hay años malos. Solo complicados.


Ha llegado Enero, ojos salvajes. Y debemos seguir caminando.

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