sábado, 9 de diciembre de 2017

Noemí.



La introducción de una canción de The Coldplay en la voz de Beli Basarte. La sensación de liberación que supone alejarte del epicentro del peor terremoto del siglo. El de una muñeca de trapo luchando por escucharse a sí misma entre tanta “repetición sísmica”. Ir como pollo sin cabeza sería la definición vulgar de lo que hablo. La facilidad de coger el tren de huida y la dificultad de conseguir escapar de los remordimientos de uno mismo. Y de la inseguridad. Y la palabra clave, como actriz protagonista del drama que se filma hoy:

 “C  A  R  G  A”.

Gritas.
¡Mírame!
Apoyas las manos y golpeas con fuerza.
Te estás haciendo daño.
Lo siento. En ambos sentidos.
¡Mírame!
Gritas de nuevo.
Pero apago la luz, pongo la mano en el espejo y me digo.
Otro día.

Me duele el corazón de no ser capaz de mirarme al espejo.

jueves, 2 de noviembre de 2017

Belén.

Descubrí  que había normalizado la situación cuando empecé a contar años hacia atrás mientras me soltaba el pelo al llegar a casa como cualquier día y no conseguía recordar la cifra exacta. Fue hace tanto tiempo que él mismo se ha encargado de borrar el recuento que te ves capaz de hacer cuando acaba de ocurrir. Y la primera vez repites “un año sin ti”. Dos. Tres. Cuatro. E inconscientemente dejas de recordar cuántos y solo sientes que hace mucho  tiempo algo se rompió. Y vuelve la sensación de eco. Cómo cuando tomas gas de la risa y parece que el mundo se está disolviendo. Con la diferencia de que no hay risa que valga y lo único que resuena en tu cabeza es ¿Por qué tú?

Tú que me querías pero te dejaste llevar.

Y te desvaneces en la sensación de irrealidad hasta que alguien te golpea en el hombro y te dice “Lo siento”. Y no comprendes porque delante de ti hay una persona extraña diciendo que lo siente, que te acompaña en el sentimiento. Pero te han dicho que el respeto nunca hay que perderlo y simplemente eres capaz de decir “Gracias” en un murmullo de odio. Lo odias por tener la suerte de volver a casa pensando en su próxima cena.

Vuelve en ese mismo eco su olor y la ansiedad que te producía coger su ropa y esnifar su ausencia. Retumba en tu cabeza el cómo dolió. Y recuerdas lo mucho que costó abrir el armario y sacar sus camisas, elegir qué debías guardar en cajas para alimento del polvo y qué debías tirar a la basura después de tantos años de amor.

Hogar era abrazarte por las noches. 


Descubrí  que había normalizado la situación cuando empecé a contar años hacia atrás mientras me soltaba el pelo al llegar a casa como cualquier día, sin el consuelo de recibir el abrazo de bienvenida y siendo consciente de que sonreír es un precio demasiado duro que no estoy dispuesta a pagar todavía. Porque hogar ahora es una cama con un cojín del tamaño de una persona, que al menos me calienta por las noches, pero que me recuerda que la vida sigue siendo una hija de puta. 

domingo, 27 de agosto de 2017

Frida.

Todo el mundo tiene una lista de pendientes. 
Los que se hacen llamar a sí mismos fieles. 
Los que prometen y cumplen sus promesas, también. 
Incluso los que intercambian palabras, anillos y un sí quiero. 

Lo que queda pendiente, 
indudablemente, 
queda bajo la responsabilidad de uno mismo y de la conciencia del que:
“quiso pero no pudo”,
“quiso pero era demasiado tarde”,
“quiere pero no debe”, 
y "puede pero no quiere". 


En mi lista de pendientes tengo:
unos ojos entrecerrados, 
creados de la sonrisa más bella del mundo.  
La mejor ataraxia destilada en alcohol puro.

Una mujer con diferente ADN pero idéntica forma de ser, 
que recorre mundo, 
que odia y quiere a partes iguales. 
A mí también me rompieron el corazón un par de veces en la vida, 
aunque a ti se te olvidó preguntar.

Una joven que siempre vio el vaso vacío, 
ni medio, 
ni repleto, 
siempre desocupado. 
Que dejó de llenarlo 
y se le olvidó contar con lo positivo de lo bueno que se le dio.

Un joven con la autoestima baja y el corazón palpitante de ganas.
De querer.
De sentir.
Ella no es para ti, 
aunque eso tú aún no lo sabes. 
Las manos van al pan, 
hasta que se cansan de amasar.

Y a ti, maldito, 
decirte a la cara lo estúpido que has llegado a ser. 
Por olvidarte de que existen otros tipos de amor.

Al final todo, 
siempre, 
se resume en eso.

lunes, 31 de julio de 2017

Zahira.


Me llamó vértigo. Lo pronunció como si cada sílaba desgarrará un poco más la idea preconcebida de que aquello no tendría un final. Asimiló en aquellos segundos que angustia y dolor eran directamente proporcionales y que mientras él había querido multiplicar yo decidí dividir. Imploré que aquello acabase pronto y reprimí mi impulso de dejarlo allí sin pena ni gloria a la espera de un final menos amargo para él pero igualmente insípido para mí.

Arrastró entonces sus pies hacía mí. Deambular de un lado a otro no resolvería nada. Me miró fijamente. Me miró como si fuera la última vez. Él sospechaba que lo sería, yo lo sabía a ciencia cierta. En la radio comenzó a sonar “Not today from”. Que fácil hubiera sido quererte, pensé. Hubiera sido tan cómodo dejarte entrar y cerrar la puerta tras nosotros, que hubieras colocado tu cepillo de dientes en mi baño y haber paseado los domingos de la mano. Tan sencillo como decir “esta vez sí”.

Volví en mí.

¿Vértigo?- Pregunté.
-  Inexplicablemente me sentí atraído hacía ti y tu extraña manera de pedir un cigarro. Sujetabas 6 libros tan solo con dos manos, correteabas de un departamento a otro y poco más pude ver además de tus ojos haciendo fuerza para sostener todo aquel conocimiento en forma de papel.  Deje de tener equilibrio por mí mismo porque, al igual que tus libros, comenzaste a sujetar mi cuerpo entre tus manos. Mi vida nunca ha pendido de ti pero mi sonrisa comenzó a tener sentido desde el momento en que observé tu cuerpo bailar al ritmo de “The Night We Met” durante aquel concierto de versiones acústicas en la Campana de los Perdidos. Porque nunca entendí como alguien podía ser capaz de moverse al compás de una melodía tan pausada de la forma tan hipnótica y delicada cómo lo hiciste tú. Has creado en mí la sensación de libertad cuando en realidad nada de lo que yo había imaginado ha existido nunca. Has sido el peor de los vértigos que he sufrido.

Acaricié su mejilla porque, sorprendentemente, en aquel momento sentí la necesidad de decirle a través del contacto que todo saldría bien.

Ante los vértigos recomiendan mantener los ojos cerrados. – Añadí intentando poner el lado cómico a aquel debate con un solo participante.
- Cerrar los ojos significa perderte.

No supe que decir. La gestión de mi vida personal había sido una desastre hasta el momento. Esto era tan solo un funeral más. Lo besé. Lo besé por pena, por miedo. Lo besé con ganas. Misteriosas ganas. No deberían existir los últimos besos, al menos no aquellos que sabes con certeza que lo son.

Me aparté con delicadeza.

- Los vértigos conforme llegan se van. A veces tardan unos días, en otros casos semanas. Siempre lo supiste.

Recogí mis libros con rapidez y emprendí la vuelta casa. Al igual que el último beso también existió el último “date la vuelta por favor” entre dientes.

Nunca volví la mirada. 

martes, 27 de junio de 2017

Purificación.


Todos pasamos alguna crisis existencial. Unas paredes tan solo se tambalean y otras, en cambio, se desmoronan. Dependiendo de lo fuerte que seas acabarás sosteniendo la pared con el peso de tu espalda, con las palmas de las manos mientras el cemento se desprende o directamente soltarás todo el peso de golpe. ¿Hasta qué punto debemos hacer fuerza para sostener algo que parece merecer la pena? Y digo “parecer” porque, una vez dentro del agujero negro, no hay Dios que te haga ver ni el vaso medio lleno, ni la luz al final del túnel. Dejas de confiar, acabas volviéndote paranoico, asientes, actúas y te mueves con torpeza al compás del resto, sin opinión y normalizando hechos que deberíamos tratar con más justicia. 


Señores, me está saliendo una úlcera vital, algo que no se ve pero si se siente. En ocasiones me palpitan las sienes, otras me tiemblan las piernas. Sé cuál es la salida de emergencia pero ¿cuándo se está preparado para rendirse? Levanté el puño en clara señal de lucha contra mí mismo porque dijeron que debía cambiar. Y ahora es cuando debería lanzar ese puño contra la mesa y gritar bien alto ¡Imbéciles! ¿Cuándo dejasteis de ver personas?  

Y sacarme bandera blanca para decir en voz alta “no estoy bien”. Pronunciarlo. Verbalizarlo. Y salir de aquí. Limpiarme la herida. Empezar de cero. Y aprender. A quererme, eso también. 

domingo, 4 de junio de 2017

Pilar.


Es la primera vez en mucho tiempo que me asomo a vuestra habitación a primera hora de la mañana. Ojeo. Tanteo el terreno. Siempre es duro ver una cama de matrimonio desecha solo a medias. Tu parte, impoluta, es respetada y ni las sabanas ni la colcha han sufrido el mismo desgaste físico que el evidente lado derecho.

Entro de puntillas, cierro la puerta y me sumerjo en la cama. Aspiro el olor de la rutina, a campo y soledad, y miro el despertador. Solo han pasado dos años. Tic tac. Sólo han pasado dos años. Tic tac. Recuerdo entonces aquellos veranos en los que el abuelo madrugaba y dejaba su hueco libre. Recuerdo hacer el mejor abordaje del mundo mientras tú disfrutabas de unos momentos más de paz antes de empezar el día. Y allí, adormilada,  disfrutabas de nietas tanto como nosotras disfrutábamos de ti. No recuerdo nuestra edad ni las conversaciones que tuvimos en aquella época, tonterías, supongo, que sea como fuere nos hacían felices. Tic tac. Vuelvo de nuevo en sí. La luz se cuela por las persianas y resbala entre mis piernas. Tic tac. Me quedaría allí toda la vida.

“Los muertos no nos necesitan, lo muertos ya están descansando. Son los vivos los que nos necesitan” le decía Herminia a Antonio hace unas semanas. Ya, pero yo te necesito a ti. Tic tac. Se está haciendo tarde. Tic tac. Has emprendido el viaje más largo de tu vida y no hay billete de vuelta a casa. Tic tac.

Me escurro entre las sábanas, salgo como entro, de puntillas y entorno la puerta. Ahí está la señal. El nudo en la garganta que indica que una retirada a tiempo es a veces el mejor de los triunfos.

Volveré. 
Y tu lado de la cama seguirá como hasta ahora.
Esperando que regreses.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Alma.


Me vino a decir que antes de buscar un trabajo común con el que conformarse en la vida quería probar suerte y hacer sus sueños realidad. Me dijo que quería ser libre y que haría lo posible por conseguirlo

Sabía que llevaba razón. Lo banal se había convertido en el objetivo de una carrera de fondo en la que luchar por algo que realmente te gustaba no tenía cabida. Consigue un trabajo. Independízate. Ten un perro, o un gato. Cualquier mascota estará bien. Cásate. Ten hijos. Edúcalos. Y sigue trabajando. Hasta que te jubiles. Si lo consigues.

Tal vez la magia de la existencia estaba ahí. En pensar que no bastaba con leer la teoría de que “vida no hay más que una” sino en sentirla como tal. Él hacía que esto fuera posible. O tal vez estaba equivocada y la magia fuera él empujándome a vivir. Fuera como fuese siempre me pareció valiente. Una valentía que merecía la pena conocer y saborear. Me pregunté cuántas personas había conocido así en el mundo. Me basto una mano para contarlas y me sobraron dedos.

Él y qué suerte la mía.

lunes, 17 de abril de 2017

Agustina.


Saben dónde encontrarse pero fingen.
Miradas perdidas.
Desinteresadas.

El tira y afloja más largo del mundo.
La guerra con menos supervivientes de la historia.


Maldito gilipollas.
Sabes que un paso mío al frente,
firme, preciso,
es una pisada tuya en falso.

Que en el juego de a ver quién puede más yo soy capaz de contener la respiración más vidas que tú. 
Aquí, en la superficie nostálgica 
y en la profundidad triste de la ignorancia 
de quién sabe que está haciendo daño y mira para otro lado.

Que te jodan bien, así, textualmente.
Y que nunca me eches en falta.

Que sigas rehuyendo mis miradas.
Desprecios que admiten que esto (todavía) sigue siendo tan complejo como la respuesta a un problema de equilibrios térmicos.
Solo que aquí hay dos personas bajo cero 
y templar el agua es imposible si no es a base de tiempo.
Que tus ojos han dejado de coincidir con los míos.
Que me has negado más veces de las que Pedro negó a Jesús.
Qué no hay elección cuando el final de dos depende de otra persona que no es uno mismo.
Que existen suficientes motivos para decir que esto:

es

la

guerra.

Y que ahora me toca jugar a mí con el “si te he visto no me acuerdo” por bandera.

Pienso hacerte todo el daño del mundo.
El que esté en mis manos.
Y mi corazón.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Vanesa.



La vida es un poco hija de puta.
Te pone cachonda y te arropa en la cama a partes iguales.

No hay vuelta atrás.
Te miro. Me miras.
Justo ahí,
está la señal de prohibido picar entre horas.
Pero te mueves, me miras, sonríes y plas.
No hay ser humano que sepa decirte que no.

Lo intento, te rozo y te escapas.
Y que bien estaría que no me dejaras escapatoria.
Que me dijeras “esta noche no hay culpable”.
Agarrar el arma entre mis manos, disparar y besarte.
Hacer arte con los besos y que me comas a tiempo,
para llegar mañana temprano a la fiesta de los que no supieron valorar lo que tenían.

Tú, que hasta ahora has sido la mejor tentación 
que podría haber tenido Eva.
Bésame y pide mañana la cuenta.
Que tengo dinero suficiente para pagar esta deuda conmigo misma.
Al menos, por esta noche.

sábado, 4 de febrero de 2017

Iziar.


Tengo todo lo necesario para poder cerrarlo. He aplicado esparadrapo, cola blanca, grapas, aguja e hilo. Eme aquí que he conseguido ponerlo todo y aún así me resulta incomodo de llevar. Cambio de postura. Duele. Le doy la vuelta a la almohada. Duele. Estiro los brazos para ver si así la sangre fluye mejor. Me noto vacía. Como cuando golpean la puerta o llaman al timbre y observas por la mirilla pero finges que no estás. Siguen preguntándome si me encuentro bien. Lo que no saben es que he perdido el mapa con la ruta que compre hace un siglo (o al menos así me lo pareció). Antes había una dirección, una voz del GPS repitiendo el nombre del destino y los kilómetros para llegar a él. Y ahora hay que reiniciar. Cambiar la ruta, la dirección y el destino.

- Un billete por favor.
- ¿Destino?
- Donde esto deje de doler.- Señalo el corazón con el dedo índice.
- ¿Ha probado usted con un poco de hielo?- Mierda, pienso. Se me olvidó probar con hielo. Así pasa que después de las grapas y la cola blanca se ha quedado un hinchazón que cualquiera lo baja. Suspiro.
- Lo más lejos que pueda, por favor.

Y es entonces cuando recuerdo que lejos ha dejado de significar distancia, que cerca ha dejado de significar te quiero y que respeto dejó de tener mi nombre. Porque hay hombres con nombre que tan solo deberían llevar marcado a fuego en el corazón “condenado por alta traición”. Por eso de que, en un futuro, toda mujer que escuche tus latidos sepa que una vez hiciste daño porque lo quisiste todo, menos a mí. Pobre de la que no escuche y tan solo oiga, porque en sus manos está la decisión de estar contigo y doler. 

domingo, 15 de enero de 2017

Macarena.

“También es vida eso que no cuentas a nadie”


Te quiero no solo cuando hacemos el amor. Te quiero cuando lo hacemos y aprieto fuerte tu espalda con mis manos para que no me sueltes. Te quiero cuando acurrucas tus labios en mi cuello en busca de un, vulgarmente conocido, kit-kat. Porque la rutina es dura y nada podemos hacer aquellos que aún buscamos la manera de ser libres con poco. Nada  salvo esperar y salvarnos por el camino tú y yo.

Te quiero cuando haces de la música el mejor acompañante de la escena principal. “El problema es que las películas de hoy en día nos dan una imagen errónea de lo que es el romanticismo”. Romanticismo es no mirarse a los ojos después del mejor affaire entre personas que conocen todas y cada una de sus rarezas, es pensar en la cena que vendrá después mientras echamos un pulso chino en la lucha por el mejor postre. Porque cuando no puedo comer más y mi estómago dice BASTA hago trocitos pequeños y bebo constantemente agua. Pero nadie más que tú, se ha fijado en ello.

Los ojos ciegos de vista perfecta aún no lo saben pero son muchas las veces que me dices te quiero sin pronunciar ni una sola palabra con tus cuerdas vocales. La naturalidad y sus peculiaridades, nuestras costumbres. Nuestros pies fríos buscándose entre las sábanas para equilibrar temperaturas. El tiempo, y saberte mío después de seguir tachando días, meses y años en el calendario.

Un beso en nariz.
El mejor te quiero del mundo es justamente eso.
Y basta, sobra y alcanza para hacerme feliz. 

sábado, 7 de enero de 2017

Angélica.

"Porque ese alguien no seremos tú y yo."

Dame tiempo.
Aún siento.
El corazón palpitar y  el haberte perdido.
El no haber sabido que “amor de mi vida” no siempre significa que vaya a salir todo bien.
Que mi amor, fuiste real,
pero que la vida no supo darme razones para quedarme entonces.
Razones que ahora vienen para quedarse aunque los trenes hayan dejado de pasar.

Dame tiempo.
Aún no se oye el silbato de “salida” en la estación.

Aún siento.
Que estas aquí.
Aunque solo sea capaz de verme  reflejada a mi misma  en el cristal.
Mi primer propósito del año será intentar ver a través de él cuando viajemos de noche.
Porque tal vez es, al otro lado,  donde se encuentran tus ganas de verme.
Como el deseo de gritar de una niña de seis años en el vagón de silencio,
así se me cosen los labios al alma.

Solo espero.
Que el último día del año no signifique que eres el primer adiós de mis próximos 365 días.

Que en los últimos segundos del año se me atragantan los miedos.
Y las uvas solo son el sinónimo de que esta noche vamos a bailar.
Juntos pero no de la mano.

Dame tiempo.
Aún siento.
Aún dudo.
Y tú,
aún lastimas.