martes, 27 de agosto de 2013

Miley.


Y es que cada día que pasa estoy más segura de que fuiste tú, pequeño ladrón de almas, el que inhalaste la poca vida que me quedaba.  Me agarrabas de la cintura mientras, a escondidas, destruías todas las promesas que,  en pleno éxtasis del amor, te habías atrevido a pronunciar. Hoy sigo anclada a todas esas mujeres que te pertenecieron mientras me hacías el amor, y no solo a ellas. Sigo odiando a aquellas que ni siquiera conozco y que se encargan de prepararte noches en vela con rumbo hacia lo que tu llamabas cielo. Y aprender a sobrevivir no me sirve, ya ves, aquí estoy copa en mano escribiendo cuentos sin un “y comieron perdices”.  Y ahora solo soy capaz de exhalar recuerdos y una migaja de “quizás vuelvas a ser quién un día fuiste (como al principio de todo)”.

Si pudiera arrancarme este dolor como quién se arranca una tirita, si pudiera romper esa sonrisa con un solo portazo, si pudiera dejar de temblar cada vez que te veo. Si pudiera. Pero no puedo. Por eso, incapaz de no coger el teléfono cada vez que me llamas, vuelvo todas las noches a tu cuarto, para poder ser tu polvo mejor que llegar a ser tu nada.

lunes, 26 de agosto de 2013

Cristina.


Pasaran los años y seguirás recordando el color del pasillo que te llevaba a su habitación. Yo, cinco años después, aún recuerdo el frío tacto de la barandilla metálica, el verde de las paredes, la hora y el dolor. Qué puta la vida que te ha hecho este regalo de cumpleaños. Que más que un regalo ha sido como un jarro de agua fría en toda la cara. Y es que amiga, a ti te ha tocado madurar antes de tiempo. 

En la distancia, hoy solo soy capaz de ofrecerte  las manos, los abrazos y los besos que te falten a partir de ahora. Que no lloren tus ojos, esos que se achinan cuando te ríes. Que no se pierda tu sonrisa, esa tan bonita y que tan poco te gusta mostrar. Mi pequeño bichillo él seguirá queriéndote esté donde esté, él cuidara de ti.

Porque la vida es realmente maravillosa solo si te veo sonreír.

lunes, 19 de agosto de 2013

Alba.


Hoy tus ojos han vuelto a mirarme. Como al principio, como cuando aún no sabían lo mucho que me iban a querer. Como cuando me apartabas la mirada por vergüenza. Hoy en mucho tiempo he vuelto a cerrar los ojos y a sonreír (a tu lado). Porque hay sensaciones, que aún siendo escritora ocasional, soy incapaz de explicar. Hoy prefiero vivirlas, sentirlas y amarlas; guardarlas en mi pequeño baúl de los recuerdos. Lo que yo llamo corazón. 

Que la vida no cambie, y tú tampoco.

Blancanieves.


Mira que siempre escuche por boca de otros que los duelos eran solo aptos para caballeros. Un combate a muerte cuyo único superviviente es vencedor de su propio honor. Debe ser que soy una de esas mujeres más hombre que mujer, y armada hasta los dientes decidí que esta justa la ganaba yo. Coloque mi orgullo en la mano y dispare con lo único que podía hacerte más daño que la propia bala, mi ausencia. Me retire a vivir en mi misma y llene mi cabeza-cuerpo-miocardio de optimismo y soberbia. Quise quererme más de lo que te quise a ti y para ello tuve que viajar al norte, allí donde los sentimientos, irremediablemente, acaban congelándose. A mi regreso solo cabía esperar. Esperar el momento. ESE  en el que dependiendo del corazón te proclamas vencedor de la partida.


Ha pasado ya casi un año y sigo rezando (sin ser creyente) para que las pulsaciones se mantengan en su sitio cuando volvamos a encontrarnos. Qué putada (si me permites la expresión) que me hayas tendido una emboscada. Yo estaba dormida y a ti te pareció que la mejor manera de ganar esta batalla era presentarte en uno de mis sueños y destrozar cada uno de los escudos que con tanto esfuerzo-sufrimiento-llanto había construido para mi.

Maldito bastardo. 
Hoy me he levantado con ganas de ti. 

Me retiro.

jueves, 15 de agosto de 2013

Karen.


Les contare que mi vida estuvo llena de idas y venidas, de pasiones suicidas que acababan volviéndome loca, hasta que llegaste tú. Les contare que fuiste el perfecto novio que cualquiera podría haber deseado, que trabajabas sin descanso para conseguir lo que nos haría más felices; el dinero. Justificare tu cansancio al llegar a casa todas las noches repitiéndome una y otra vez  que “madurar es esto”. Trabajar. Contare el número de veces que espere despierta (hasta las tres de la madrugada) a que me tocaras, quizás una pierna, con intenciones de pecar. Les diré la verdad, que los cumplidos llegaban con cuenta gotas y que las bromas e insultos empezaron a ocupar un lugar más amplio en nuestros corazones. Que, a tu lado, una vez me sentí querida pero nunca me sentí deseada. 

Y mientras pienso en cómo será mi futuro (porque hay miles de euros en juego) sigo abierta de piernas contigo al lado durmiendo. Esperando que algún día no regreses a casa tan cansando como para hacer(me) el amor. Y que quieres que te diga, no hago más que recordar aquel vídeo que encontramos por casualidad. Aquella misma tarde dijiste que te recordaba a nosotros. “Requiere un mantenimiento exhaustivo” repite aquella voz. Rebobino una y otra vez para escucharla cada vez con más claridad. Y no puedo evitar pensar en que algún día, sin avisar, recogeré mi cepillo de dientes de tu cuarto de baño y me iré, porque como dice Hank Moody  “Este es un mundo enorme y malo, lleno de vueltas y recovecos y basta con parpadear para que desaparezca el momento”.

Nuestro momento.