Y cada vez que te
digo “te quiero” me preguntas “porqué”. A veces escondo la cabeza y respondo “no
sé”; la mayoría de las veces solo
contesto con un “porque me haces feliz”. Tal vez sea porque has elegido mi cuello como
lugar habitual de descanso y él está feliz de tener habitantes que de vez en
cuando le mordisquean como símbolo de cariño. O tal vez sea por tu manía de
cogerme por el hombro y olisquear curiosamente cualquiera de mis orejas. Quién
sabe, a lo mejor es por esa manía tuya de decirme “no mereces” cuando sabes que merezco siempre.
O esa otra de corregir cada palabra que
sale por mi boca, y que tanto odio, y que a ti tanta gracia te hace. Porque soy
la mejor creadora de refranes de la historia y nunca me importó cantar en voz
alta por la calle. Por eso tal vez tú me quieres a mí, no lo sé.
Me he vuelto a
quedar dormida en el sofá y eso que te
prometí que me mantendría despierta toda la película. No he podido evitarlo, tu
pecho es el mejor lugar para descansar los ojos y tus dedos haciéndome cosquillas han actuado como morfina por todos los poros de mi piel. Morfina para soportar el otoño que se avecina. Sí, tal vez sea por
todo esto por lo que siempre (pase lo que pase) pido más.
Volver a casa y echarte de menos.
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