Ni la música que
sonaba ni las velas del tocador habían sido elegidas a conciencia. Eran
preferibles las velas porque la lámpara daba demasiada luz y la lista de
reproducción saltaba de una canción a otra sin orden ni concierto. No había más
explicación. Como tampoco la tenía que él la deseara más que nunca aquella
noche. La sujeto fuerte, haciéndole entender en silencio que no se alejará
mucho de él (no fuera que se le ocurriera enamorarse de otras pecas que no
fueran las suyas). La besó, y los dos años a su lado le supieron a poco. Habían
pasado tan rápido como lento le hizo el amor aquella noche.
Su interminable y tierna sonrisa la delataba. Se le veía realmente feliz.
Era cierto que había algo más después del te quiero. Al menos ella, así me lo admitió.