Me deshago de los tacones lanzándolos por el suelo
y me sirvo un poco de whisky. Sola, en la habitación, brindo por los buenos
tiempos que viví a tu lado. Aún recuerdo nuestra última copa de lambrusco. La
bañera rebosaba agua, espuma y porque no, amor.
Aun éramos jóvenes así que nos bastaba con esos vasos de plástico que
daban en los hoteles de carretera a las afueras de la ciudad. Éramos capaces de
hacer maravilloso y eterno lo que a simple vista parecía corriente y efímero,
pero de eso hace ya algún tiempo. Y aquí sigo hoy, bebiendo en copas de cristal
incapaces de contener mas amor que el que voy regalando de bar en bar. Igual
que tú, supongo.
Que soy incapaz de alimentarme de algo que no sean tus te
quiero, y aquí, en la distancia, solo me vale tu recuerdo para sobrevivir. Eso y
el café que preparan otros en mi cocina las mañanas de este enero, febrero,
marzo y abril sin ti.
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