jueves, 22 de marzo de 2018

Yolanda.



Me he puesto, a conjunto con mi nueva toma de decisión adquirida, unos buenos guantes para partirte la cara. Y qué pena no poder volver al lugar donde me arrancaste la dignidad y mi yo más sincero, para cortar tu sobredosis de superioridad a tiras, mientras río y te recuerdo que al final, lo creas o no, nunca has tenido un hombro en el que llorar.

Recoge el látigo entre tus manos, que nosotros no podemos sostenerlo. A ti nunca te crucificaron, pero al resto sí, y nos duelen las manos de extirparnos los clavos que con rabia e intención nos clavaste (y clavas) por la gracia de Dios y tu estupidez.

Mi causa.
La culpabilidad.

La ignorancia.
Tu alma marchita, feroz.
Tu derrota.

En este ring.
Aquí y ahora,
decido yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario