sábado, 11 de julio de 2015

Claudette.


Zafón dijo en la Sombra del Viento que los muertos son las únicas personas que no acuden a su propio entierro. Ya me entiendes. Nos mantenemos en pie porque una fuerza sobre natural nos obliga a estar allí. Dispuestos a decir “adiós” a la nada. En el mejor de los casos “hasta luego”, pero jamás “hasta pronto”. En el fondo somos egoístas y queremos seguir viviendo aunque echemos de menos.


Y aunque ese trozo de mármol rezaba tu nombre yo, desde entonces,  prefiero rezarte a ti. El abuelo sigue insistiendo en que el vecino no debía de querer tanto a su mujer cuando no la visita un día sí, un día también. Yo le dejo hacer si así él es feliz, e insisto en visitarte también aunque ya no estés en ningún lado. Tú armario, por el contrario, sigue insistiendo en que todavía estás allí, en casa. Y mamá. Mamá  sigue insistiendo en que aprobar el examen teórico y encontrar trabajo un mismo día 14 solo lleva tu nombre. Y yo también lo creo así. No es que no crea en Dios, es que ya solo soy capaz de creer  en ti.

viernes, 3 de julio de 2015

Alicia.


Solo me arrepiento de dos cosas en esta vida.
De haber escupido sobre ti para que salieras corriendo.
De no haberte abrazado con las ganas de quién dice “yo cuidare de ti”.

Y te doy la razón, los corazones que no han sentido son capaces de ser amigos.
Pero el tuyo estuvo en guerra demasiado tiempo. 
Qué sabrás tú de la amistad, si nunca quisiste conocer mi media naranja. 
Qué sabrás tú de la amistad, rey de los ególatras.

Te odio.

T e  o d i o.

Tanto que a veces padezco de nostalgia.
Y me vienes a la memoria.

Todos decían que acabaríamos juntos.
No sabían que era mentira.
Que acabaríamos separados, inútiles.
Incapaces de ser amigos.
Porque una vez  al año.
Siempre.
Nos echamos de menos.

Y nos gritamos.
Nos herimos.
Y duele.

Dolemos.