Que se te
desencajen las mandíbulas de tanto apretar, que tiemblen los dientes, que
duelan hasta las uñas. Que el escozor no solo repose en los nudillos, que recorra
todo tu cuerpo. El golpe ha sido lo de menos; el alcohol es el mejor de los amigos en estos casos, los golpes en el corazón son los
que de verdad importan. Han agarrado el nuestro con las palmas, ahogándonos, dejándonos
sin aliento. Y ahora que tenemos las manos vacías (y doloridas) y que nos han
arrebatado a lo que más queríamos y lo que más deseábamos, a tientas, nos
obligamos a levantarnos. Con las rodillas sangrando por el paso de los días, derrotados por las batallas perdidas, resentidos
los ojos de tanto llorar la ausencia, la casi muerte y la falta de tiempo para
nosotros. Porque tú misma lo dijiste “es surrealista”; mientras otros, a día de hoy, dicen “bienvenidos
al mundo real”.
Voy a apretar el
gatillo lo suficientemente fuerte como volarte la cabeza en mil pedazos,
Destino. Si es que eres tú, maldito bastardo, el culpable de tanta mala suerte.