Como cuando decidí que debía ser yo quién me salvara a mi misma de mi otro yo.
Y yo
que pensaba (infeliz de mí) que, una vez superado el lunes, el martes sería menos
de la mitad de cruel que un “comenzamos la semana, de nuevo”. PERO (siempre hay
un pero) hoy me ha llovido. No sé si me explico. Trabajo (mucho trabajo), caras
impacientes, pérdida de documentación, caras de inexpresión y caras demasiado
expresivas (de esas que llegan hasta el suelo), desorientación temporal y ganas
de disparar. Por llover me ha llovido hasta agua. Que paraguas tenía, sí. Pero
nunca sales del todo preparada para días así, de tormenta apocalíptica. No sé
si me explico.
Y mientras
luchaba paraguas en mano, achicando el agua de mis zapatos como bien podía, mi
mente (que actualmente se encuentra en un estado inusualmente latente de FUERZA)
ha repetido en voz bajita “FILOSOFÍA”. Imagino que la droga del sueño y el hambre actúan en
momentos así para lograr la supervivencia del cuerpo y la mente. Eso o la
desesperación del momento. Sí, tal vez sea eso lo que me ha hecho reír mientras
buscaba un bote salvavidas al que agarrarme. Pero reír con ganas, no os creáis.
Porque
podría ser peor, podría haber perdido la esperanza. No sé si me explico.
Hoy
soy más fuerte que nunca.
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