Y ahora que lo
habíamos conseguido, que tus labios se posaran sobre mi cuello y tu cabeza
reposara sobre mi clavícula encajando a
la perfección. Ahora que tus latidos eran tan familiares para mis oídos que habían decidido hacer de tu pecho su lugar
favorito en el mundo. Ahora que tus manos habían hecho de un juego el
vicio de buscarme entre la manta y el sofá los lunes al sol.
Ahora que me has
dejado con el vestido a medio abrochar y el corazón a medio latir, los ojos
empañados de dudas y las ganas de naufragar de nuevo, porque navegué en océanos
desconocidos hasta que tú pisaste tierra firme y decidiste conquistar mi
bandera y mi alma.
Ahora que el
silencio ha llamado a nuestra puerta y las páginas del calendario pasan tardías
sin ti.
Ahora qué.
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