martes, 10 de diciembre de 2013

Diana.


Nadie habla ya de los corazones emigrantes, esos que derrotados deciden cruzan meridianos y paralelos para sentirse mejor. Tampoco se habla ya del corazón de acero, duro y rígido, imposible de acceder a el sin permiso. Ni de los corazones costureros cuya función es remendar heridas y coser esperanzas. ¿Dónde están los corazones salvajes? Esos que actúan más que piensan, llevados siempre por la pasión. ¿Y los corazones embusteros? Que envenenan y transforman a los de su alrededor. Ya nadie se preocupa por los corazones muertos, asesinados a punta de palabra. Ni de los corazones malditos, soberbios, ahogados en un vaso de whisky. Pobres corazones solitarios que deambulan por las calles creyendo no necesitar ni una miserable muestra de afecto. ¿Y qué me decís de los corazones suicidas? Esos que se lanzan sin paracaídas y cuya caída siempre acaba por destrozarlos. ¿Alguien recuerda lo que era un corazón valiente? Aquel que se mantiene firme y sabe decir “no” a un corazón que espera pacientemente una clara señal de “volvamos a intentarlo”. Valientes también aquellos que son capaces de mirar a los ojos al fantasma del pasado solo para decirle “sigo pensando en ti”. Y es que a día de hoy solo somos capaces de ser corazones científicos, de esos que solo creen en un tipo de corazón, quedando siempre escondidos (rezagados) los corazones que viven por aquellos que dejaron de latir por viejos o enfermos pero felices al llegar al fin de sus días. 

Todos ellos corazones supervivientes.

lunes, 9 de diciembre de 2013

Sara.


Benditos son los dedos que aun recorriendo las páginas roídas de este antiguo libro son capaces de distinguir entre lo que pudo y nunca volverá a ser. Buenos son los consejos de aquel que dijo que el engaño, no ya por la aplacable conciencia a la que tapamos la boca continuamente, puede llevar solo en una dirección, la del adiós. “No es la historia de tu vida si eres capaz de besar otros labios” se atrevió a añadir. Y yo, mi amor, soy incapaz de besar otros que no sean los suyos. Admirable cambio de alguien que solo puede definirse de una manera “caótica Sara”.  

Sonrio sabiendo que te irá bien. Siempre tan tú. Insustituible al fin y al cabo, pero debes saber que ahora camino sobre seguro. Guardando los buenos momentos en mi rincón favorito, los recuerdos, y queriendo más que nunca a quién todos los días me regala las ganas de volar (sin alas). Volar como quién dijo una vez con  “pasaporte de pájaro”.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Alba.


Es posible que fueran las ganas de huir de aquella ciudad del cierzo lo que intensifico todo. Hacer una maleta sin saber el destino y desear (con todas tus fuerzas) un viaje idílico y aventurero. Y así fue, más idílico que aventurero pero perfecto al fin y al cabo. Y pronuncio la palabra “perfecto” sabiendo lo que ello conlleva. Dos días sin maquillaje porque “así estas bien”, y te tiro a la cama y te lanzo una almohada porque es posible que tengamos menos años de los que nos corresponden. Dos días durmiendo a tu lado, robándome las sábanas o dándote cabezazos, de esos que nos hacen reír. Porque soy un desastre, siempre me lo recuerdas. Y que me dices de esos baños romanos y esas fotos a escondidas. Podría haberme quedado allí entre vapor y eucalipto toda la vida, respirando la tranquilidad de poder disfrutar de ti contigo (como suelo decir las muchas veces que escribo sobre nosotros), o esas corrientes de agua que siguen demostrando que tu estás hecho para el engaño y yo para perder, pero siempre (siempre) queriéndonos mientras jugamos. Y bueno, puedes definirte como el mejor meteorólogo del país pero sigo pensando que mirar el tiempo en Google no tiene merito alguno, aunque nevar nevó. Y con ganas. Como las ganas de lanzarnos bolas de nieve en un parque deshabitado.
Hoy vuelvo a escribir para recordarme a mi misma lo afortunada que soy de tenerte a mi lado, no de haber recibido el regalo más caro de todos (yo siempre me he conformado con poco, lo sabes) sino de haber recibido el más mejor regalo de cumpleaños del mundo, a ti con una maleta, una cama, una cerveza y tu sonriéndome como siempre. Como cada vez que me dices te quiero con los ojos aunque no lo pronuncies.

Gracias