viernes, 5 de julio de 2013

Jara.

¿Arriesgo demasiado hablando en general? Las mujeres estamos capacitadas para tener varias personalidades en un mismo día, incluso me arriesgaría a decir que en un periodo de media hora. Somos seres extraños de sentimientos indeterminados y por definir, nos dejamos llevar por expectativas y nos alimentamos de ellas. Culpables o no, las hormonas, esas que suben y bajan a su antojo, modifican nuestro estado de ánimo pudiendo pasar de la más feliz de las alegrías a la más triste de las desgracias. Somos inestables, alterables y modificables si el hombre así lo desea. Triste, pero cierto. Creamos problemas donde no los hay y damos demasiada importancia a pequeños detalles que no deberían tenerlos. Las mujeres nos equivocamos. Muchas veces, todas las que sean necesarias. Lo bonito, y ahora sí hablo en particular, es mi manera de pedir perdón. Comienzo sonriendo y obligo a mis neuronas a pensar “aprovecha tu tiempo con él”, empujo de manera consciente lo que me molesta y “le quito hierro al asunto”. Una vez terminada la primera fase solo hay que buscar el momento adecuado para abrazarlo, no importa lo mucho que tarde, debe llegar si la persona es importante. Después solo hace falta un “lo siento”. Pero cuidado, no es una palabra que deba utilizarse a la ligera. Justo cuando se pronuncia el orgullo, altanero e indisciplinado, comienza a descomponerse y la coraza, fuerte y rígida como una roca, se tritura en pedacitos. Y así me dejo ver, tal y como soy. Porque todo se resume en las veces que mi mente te dice te quiero pero mi boca no lo pronuncia, por ello no hay equivocación o error que merezca destruir nuestro momento. Te digo lo siento en un susurro y me coloco en tu clavícula. Busco recuperar mi tiempo perdido.

Si habéis llegado hasta aquí pensaréis ¿y que recibió?


Indiferencia.

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