Aquí estoy, en una de esas estaciones de tren que
guarda un alto nivel de corazones rotos y soledad. Después de dos semanas
teniendo un hombro en el que dormir ¿Cómo esperas que consiga conciliar el
sueño sola a partir de ahora? Ya no habrá más besos a media noche ni te quieros
susurrados al oído, pronunciados cuando estás en el más profundo de los sueños
y nadie me escucha, solo tú. Y es que solo tengo ganas de seguir los raíles de
esta lúgubre estación y caminar dirección a “mi salvación” como solía llamarte
en un principio.
En el octavo vagón recuerdo ese “faltas” escrito en un
sencillo mensaje al que le falta un “me”, porque el resto de personas no
necesita de mi cuerpo, de mi risa y mi media sonrisa para sobrevivir. Solo tú. E inevitablemente mi
mente viaja a través de tus palabras “Tienes un lunar en el oído, aunque dudo
que alguien más lo sepa”. Y me siento feliz. No he podido elegir mejor
compañero de viaje.
Me haces tener las mejores vistas de la vida.