Menos mal que la casualidad la sorprendió sonriendo. Lo llaman la suerte de
los valientes porque los principiantes, en esto del amor, yerran más que
nadie. Que los cruces de mirada, aunque en distintas direcciones, siempre
tienen un punto en común y debemos aprender a hablar el mismo idioma. Que si la
dicha es buena, como dicen, nunca es demasiado pronto.
Llegó antes del
cuarto de siglo.
Le prometió que se quedaría allí.
No para siempre, tan solo
hasta que ella dejara de parpadear.