Hablamos de años de empatía, de
luchar contra otros con uñas y dientes, por ti. Porque te quiero. De
justificar tus hechos con mi porqués inverosímiles. De la conexión entre almas
insólitas, especiales. Del hombro del que llora y de la cabeza del que reposa
sobre ese hombro, inalterable. Hablamos de conversaciones infinitas, de
opiniones y prejuicios que se guardan a salvo entre tus secretos. De decisiones
mal tomadas y de tu mano sobre la mía, dispuesta a sujetarme. A sujetarte. Del
temblor de piernas, de los años de catástrofes y la serenidad de saber que
siempre estaremos ahí. En plural.
O no.
Sé donde te encuentras.
Pero ya no estás.
Ni tu mano.
Ni mi punto de apoyo.
Ni tu “somos invencibles”.
No hay palabras que más me duelan pronunciar que un “Ya no sé quién eres”.