Tomar una determinación el uno de enero con altas dosis de adrenalina y
alcohol. Y cumplirla. Hacerte caso después de tantos años. Ex - te quiero, ex -
lo intentamos, ex – pareja, ex – amigo.
Utilizar el éxtasis del “déjate llevar”. Y al ritmo de ese te-ma-zo que al
día siguiente no recordare, jurarme a mí misma, en un intento fallido de hacerme
del mismo acero que tu, que no volveré a pronunciar - te. Y entre mis sentidas razones,
sin duda encontrar tus silencios, que se hicieron más largos de lo que
cualquier persona podría haber aguantado mirándote a los ojos. Esa y que no
estoy dispuesta a pisar de nuevo la sala de operaciones, con el pecho abierto
de par en par. Dejando al aire una herida que no supura.
Con lo que nos costó encontrar el momento. Con lo que nos costó perdernos. Porque
en mi lista de asuntos pendientes he tenido que tachar tu nombre. Y asimilar con
todas sus letras que no eres nadie, ni nada en la historia de mi vida. Un
recuerdo tal vez, con sabor amargo. El recuerdo de una niñez ávida de descubrirnos el uno al otro y que
ahora, por desgracia se ha extraviado.
Y ésta vez, (d)ex-conocido, no voy a jugar a encontrarte.
Me lo prometo.