Hace ya tiempo
que escribí sobre mis manos “Ojos que no ven corazón que te echa de menos”. Y me
estoy quedando sin refranes inventados para decirte, simplemente, la palabra “vuelve”.
El diagnóstico dice que soy tartamuda de
actos. Que cuando quiero echar a correr en tu dirección pongo el pie en la
calle y digo “mejor no”, y me quedo a medio camino entre mis ganas y tu
indiferencia.
Vu. Vu. Vu.
Vuela lejos, amor mío. Te miro, sonrió y digo “hasta pronto”.
A lo mejor es
eso. Que como nunca has estado aquí no puedes regresar. Y donde antes había rincones inhóspitos que llenabas de vida, ahora
solo quedan cuervos, ingratos y desagradecidos alimentándose de gritos mudos llenos
de pena contenida. Y donde mis pestañas se
hundían en tu piel y tu olor lo impregnaba todo, ahora solo queda rímel gastado
y un par de barras de labios para salir. Como si al vestirme de rojo fueras a
decir de nuevo,” Lo apuesto todo al número 32”.
Que nuestro
portal sigue preguntándose por qué no llamas de nuevo al timbre y dices “yo”.
Que sigo agarrando el picaporte para gritarte desde lejos “vuelve”, pero me
quedo a medias, entre tu rechazo y mi culpa, y por tartamuda solo soy capaz de
cerrar la puerta. Que lo aposte todo al 32 y al “nosotros” y me quede
sin nada.
Que desde
entonces ni vivo. Ni muero.
Ni tuya. Ni
mía.