El dolor en su
forma más gratuita. Tú con ella a dos pasos de mí.
Me has pillado en esa semana
del mes, lo que no quiere decir que la culpa de mi odio irrefrenable hacia ti
sea de mis óvulos jugando a Paintball contra mis ovarios. Giro la cabeza y
visualizo el campo de batalla, aun no os he visto. Me agazapo en la esquina con
intención de huir cuando se dé la ocasión. Una huida a tiempo es una victoria a
largo plazo. Victoria porque evitara que desee cometer un doble asesinato. ¿Te
imaginas? Mis últimos momentos en este mundo confesándole al Padre Prado “Señor
perdóname porque perdí la cabeza. Los mate a los dos, a ella por quererlo y a el
por olvidarme. ¡Ay Padre cuanto me arrepiento!”¿Arrepentirme? Eso está por ver. Yo fui la primera en irme
pero sin duda tú has sido el primero en traerla. A mi terreno. A mi hogar.
- Espera, nosotras
nos vamos ya. Podéis poneros aquí.
Y aquí me tienes,
estúpida y, por lo visto, desenfocada. Una de mis neuronas se activa y me
pregunta a gritos ¡¿No has visto quiénes son?! Debió detenerse el tiempo en
aquel preciso momento, debió detenerse porque deje de escuchar. Nuestros hombros se
cruzaron en aquella escalera, los escalones empezaron a temblar, o tal vez eran mis pies, yo baje la
mirada y tú la levantaste hacia ella.
- Gracias.
Sonrío a fuerza
de músculo. No sale natural. Al final ni cabezas cortadas, ni presentación. Solo
vacío. Sonrío. Pero no escucho. Lo ha conseguido. Pienso. Pero sin mí.
A veces lo que más duele es comprender que has encontrado la felicidad en otra persona. Ser consciente de que tal vez una segunda oportunidad hubiera sido necesaria. Y saber que jamás volverá a ocurrir.
Y entonces descubres qué coño es eso del amor de tu vida.