sábado, 29 de agosto de 2015

Martina.

El dolor en su forma más gratuita. Tú con ella a dos pasos de mí. 
Me has pillado en esa semana del mes, lo que no quiere decir que la culpa de mi odio irrefrenable hacia ti sea de mis óvulos jugando a Paintball contra mis ovarios. Giro la cabeza y visualizo el campo de batalla, aun no os he visto. Me agazapo en la esquina con intención de huir cuando se dé la ocasión. Una huida a tiempo es una victoria a largo plazo. Victoria porque evitara que desee cometer un doble asesinato. ¿Te imaginas? Mis últimos momentos en este mundo confesándole al Padre Prado “Señor perdóname porque perdí la cabeza. Los mate a los dos, a ella por quererlo y a el por olvidarme. ¡Ay Padre cuanto me arrepiento!”¿Arrepentirme?  Eso está por ver. Yo fui la primera en irme pero sin duda tú has sido el primero en traerla. A mi terreno. A mi hogar.

- Espera, nosotras nos vamos ya. Podéis poneros aquí.

Y aquí me tienes, estúpida y, por lo visto, desenfocada. Una de mis neuronas se activa y me pregunta a gritos ¡¿No has visto quiénes son?! Debió detenerse el tiempo en aquel preciso momento, debió detenerse porque deje de escuchar. Nuestros hombros se cruzaron en aquella escalera, los escalones empezaron a temblar, o tal vez eran mis pies, yo baje la mirada y tú la levantaste hacia ella.

- Gracias.

Sonrío a fuerza de músculo. No sale natural. Al final ni cabezas cortadas, ni presentación. Solo vacío. Sonrío. Pero no escucho. Lo ha conseguido. Pienso. Pero sin mí.

A veces lo que más duele es comprender que has encontrado la felicidad en otra persona. Ser consciente de que tal vez una segunda oportunidad hubiera sido necesaria. Y saber que jamás volverá a ocurrir.


Y entonces descubres qué coño es eso del amor de tu vida.

jueves, 13 de agosto de 2015

Alba.


Lo que te quiero se mide en el número de tipos de besos que coleccionamos.
En el número de besos que inventamos.
En el número de estupideces que creamos para hacernos más felices si cabe aún.
Lo que te quiero se mide en las veces que te pido que me abraces y en las veces que sonríes “no mereces”.
En el número de intentos de poner orden en la casa y las tantas que me pides que no lo haga, que vuelva a la cama contigo. Y que decir tiene que, en eso de vivir desnudos, cuento con el apoyo de tus lunares y esas pecas que te nacen con el sol. Intento contarlas a diario pero me dicen que es imposible, que son centenares y que yo te quiero más.

El beso de buenos días.
El beso de lunes, martes y miércoles.
El beso de no me importa.
El beso de pulpo a la vinagreta.
El beso de granizado de frambuesa.
De sandía.
De ganas.
De ti.

A s í   d e   s e n c i l l o
es el amor
cuando se quiere de verdad.

Hanna.



Me odias. Me odias porque entré en tu vida sin llamar a la puerta. Me odias porque luchamos en bandos diferentes y yo gane la batalla. Me odias porque descubriste que yo soy la razón por la que tú acabaste sin nada. Solo mi nombre y mi persona minaron tu estado de ánimo y te herí de muerte durante meses. Necesitabas odiar a alguien y me escogiste a mí.

No he venido para hacerte daño. No estoy aquí presente para recordarte que te quedaste con las mano vacías. Estoy aquí para hacerte ver que seguiste adelante y sobreviviste. Como todos lo hacemos cuando nos rompen el corazón. Pero me iré de puntillas, tal y como vine. Porque no estoy aquí para hacerte daño. Porque yo no te odio. Porque sigo pensando, por raro, anómalo e inaudito que parezca, que somos almas gemelas.

Volveré andando sobre mis pasos y dejare que mi rastro se desvanezca de nuevo.

Si eso te hace feliz.