sábado, 20 de septiembre de 2014

Candela.


¿No lo habéis visto por aquí? Llevo horas buscándolo y aún no lo he encontrado. ¿Qué es esto? ¡Ay si! el hilo para suturar. Estuve más de un mes buscando un hilo perfecto fabricado, a poder ser,  con rabia. Más de mil pasos por mercados y supermercados di hasta que hallé justo con el que quería. La extravagante vendedora de la pequeña tienda me aseguro que era el mejor de todo Madrid. “Resistente a terremotos e inundaciones en épocas de fuertes sacudidas y lluvias torrenciales, incluye garantía por si los lacrimales se desbordan” añadió. Cuando le pregunte que de qué estaba hecho la señora muy amablemente me respondió “de lo que tú quieras niña”. Y eso fue suficiente.

Sigo buscándo por toda la habitación, ¿no veis ningún rastro que me indique que dirección cogió? Nunca fui una buena criminóloga, los únicos muertos que hay en mi habitación son los tiestos que deje de regar cuando Leo se marchó. He encontrado la aguja tirada por el suelo, supongo que la morfina dejó de hacer efecto hace unas horas y le ha dado la ventaja de quién tiene alas para volar. No debería haber cerrado los ojos, así ahora tal vez sabría dónde se ha metido.  Nada de esto tiene sentido, yo misma utilice el desfibrilador cuando dejo de latir.

Rendida he caído de rodillas frente a la ventana. Está abierta y las cortinas se mueven con delicadeza, incluso los últimos rayos de sol intentan escaparse por la persiana. Guardo silencio.

pump, pump, pump.

Me toco el pecho. Sí es él.  Agudizo el oído de nuevo.

pump, pump, pump.

Noto las mejillas húmedas de nuevo pero esta vez no me importa. 
El hilo ahora resiste y yo he vuelto a nacer. 

sábado, 13 de septiembre de 2014

Allison.


Hace tanto que no escribo sobre ti que a veces pienso que nos hemos gastado. Me recuerdas a esos robots de plástico que se venden en las ferias y que funcionan a pilas. El robot se mueve enérgicamente al principio y ralentiza su paso conforme las pilas se agotan. A veces pienso que los libros han tenido un efecto tan enfermizo sobre mí que acabo esperando rosas donde solo hay tierra que ni siquiera has podido cultivar. Has pronunciado un “no puedo hacer nada más” que se queda corto dentro de mi abanico de posibilidades. Altas montañas convertidas en cenizas con el pestañeo de mis ojos, arboles rotos que he vuelto a levantar con las manos heridas y llenas de sabia; tal vez para mí siempre hay una posibilidad. 

Siempre la hay.