Todos sabíamos de lo que era capaz. Cogió la botella
como si de un loco se tratara y derramo un poco sobre la copa (el resto cayo
irremediablemente sobre la mesa). Alzo el brazo con solemnidad y brindo por la hipocresía.
Poco se podía decir de aquel personaje, un joven que vivía sumido en la envida y se alimentaba de
los besos que le ofrecían por las calles. Nunca nadie lo llego a querer, no al
menos como lo hizo ella. Almas mudas, desterradas a sobrevivir en el amor
propio y el odio en general. Fue como chocar contra uno mismo, y al final paso
lo que tenía que pasar. Ella murió de sobredosis en un hostal de Venice Beach y
él decidió que para vivir sin ella prefería seguir viviendo muerto en vida con
sobredosis de alcohol, sobredosis de tristeza y sobredosis de ira. Dejaron de
jugar al gato y al ratón, al “a ver quien puede más”. Dejaron de beberse la
vida a tragos y de meterse las noches a rayas. El dejo de contar las pecas que
adornaban su nariz y ella…ella dejo de sentir sin más. Pocos conocían la
historia y ninguno, a día de hoy, se atrevía a contarla.
- …y sobretodo amigos, brindo por cada uno de los
hijos de puta que me han amargado la navidad.- finalizó su discurso con un largo
trago y se sostuvo sobre la mesa para no caer.
Cansada me levante y copa en mano añadí. – Por Kate.
Necesitaba con urgencia un corazón sediento de
cualquier otra cosa que no fuera dolor, esto debía terminar. La mesa enmudeció.
Acababa de despertar a la bestia.
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