martes, 26 de noviembre de 2013

Ariadna.


Yo también me hubiera cambiado por cualquier mujer con los ojos azules. No te reprocho que lo hayas hecho. Supongo que prefieres buscar sentimientos en unos ojos con fondo; hacer pie y nadar sobre seguro. Los míos supusieron siempre un gran problema para ti, tan oscuros como la pez; sin un suelo al que agarrarte o al menos vislumbrar. Quizás fue ese el problema, que buceaste demasiado y te perdiste. En mi y mis rarezas. Hoy he tenido la extraña sensación de quien echa de menos a alguien que sabe que nunca le perteneció del todo pero siempre quiso. 

Hoy has vuelto a doler.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Melisa.


"Medir tiempos para crear casualidades. Propiciar un “No sabía qué” pero saber, sabía demasiado. Ajustar las manecillas del reloj para provocar un reencuentro (con tus manos). Y retroceder en el calendario tantos días como tiempo tardo el corazón en recomponerse. Qué sigue lleno de grietas por las que te cuelas sin permiso y soy incapaz de gritar “detente”. Y sumergirme de nuevo en el cielo de tus ojos, aunque duela. Porque me dan la vida, esa misma que me robaste a besos por las mañanas y mataste a golpes por las noches. Golpes que no sangran pero duelen. Igual que tus ojos."

El frío entumecía sus piernas hasta el punto de sentir dolor, pero mantuvo la mirada. Si bien lo había llegado a odiar en otro tiempo y lugar ahora era incapaz de contener sus pensamientos. Debía seguir queriéndolo demasiado si era capaz de pensar aquel tipo de cosas en una fracción de segundo.

“Debería escapar de este noviembre sin ti, el invierno parece más dulce con todas esas luces dispuestas a hacerte creer. En algo mejor. En alguien mejor.”

Aparto su mirada de él, giró sobre sí misma y desapareció corriendo entre las oscuras y frías calles de Madrid.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Celia.


Ni siquiera sabía que te ibas de viaje cuando alguien (no sabemos quién) decidió que era hora de partir. Hiciste las maletas en silencio. Guardaste tus sonrisas, tus bromas, tu felicidad y tu cuerpo dentro. Y te fuiste. Te fuiste y se te olvido llevarte nuestras lágrimas, nuestro dolor y tus recuerdos. Eso se quedo aquí entre nosotros. Entre paredes, lugares y palabras que nos recuerdan que exististe un día no muy lejano.

Te marchaste un uno de noviembre hace cinco años y, a día de hoy, seguimos buscando la manera de no echarte tanto de menos. Que suerte tenerlas a ellas, “más valientes que las pesetas” como diría mi abuela, tus hijas. Esas mujercitas con vitalidad desbordante que nos recuerdan lo afortunados que fuimos al tenerte en nuestras vidas casi 17 años (en mi caso). 

Son idénticas a ti. 
Son vida en estado puro.